miércoles, 9 de marzo de 2011

Provocación

Retirar el documental Presunto Culpable de las carteleras fue una provocación. Los argumentos legales de una juez que protegía la privacidad de un sujeto que incurrió en falsedad de declaraciones para condenar a un inocente, no alcanzaron para entender el destierro de un largometraje con tantas implicaciones para el país.

El Poder Judicial ha demostrado tener la piel delgada. El Ejecutivo y el Legislativo suelen tolerar las críticas porque están acostumbrados. Por eso le llamo provocación a la “suspensión temporal” del documental, porque fue una invitación a continuar evidenciando la obsolescencia del sistema penal hasta que cambie; hasta que aprenda a convivir con las pruebas de su ineptitud.

Si los ministerios públicos, jueces, magistrados y ministros creen que su posición es intocable, se equivocan. Que vayan haciéndose a la idea de que son funcionarios como cualquier otro, como cualquier presidente, gobernador, diputado o senador. Presunto Culpable se topó con el poder de “la última palabra”, con la prepotencia de quienes interpretan las leyes que estamos obligados a cumplir.

Por lo que sabemos, el documental incurrió en presuntas violaciones al demostrar la inoperancia de un aparato judicial que es el encargado de evaluar esas mismas violaciones. ¡Vaya asunto! ¿Cómo cambiar, mejorar, optimizar el desempeño de quienes legalmente tienen la última opinión sobre sí mismos? Intentarlo es un avance.

Alejandro Martí tenía razón cuando dijo que más de 100 millones de mexicanos debían verlo. Y no sólo eso, ojalá se proyectara en el resto del mundo, especialmente en países desarrollados porque es ahí donde una mayor indignación es posible. ¿Cómo explicarle a un europeo que en México es necesario demostrar la inocencia y no la culpabilidad?

El juicio grabado por los abogados de José Antonio Zúñiga evidencia una noción de Justicia digna de la Inquisición medieval: arbitraria, caprichosa y contradictoria. En aquellos tiempos -y en éstos por lo visto- una acusación inducida es suficiente para destruir la vida de alguien. Por eso la difusión del trabajo es necesaria, porque es raro que una videocámara explore los recovecos y mazmorras del Estado mexicano.

En ese punto radica mi mayor crítica a los realizadores. Cuando la Secretaría de Gobernación ordenó a los exhibidores el retiro de Presunto Culpable, los productores hicieron lo mismo en YouTube y otras páginas de videos. ¿No que lo importante era difundir la causa? Los abogados altruistas terminaron comportándose como empresas disqueras: se aferraron a las regalías e intentaron la censura en Internet.

En la producción también hay elementos criticables. Algunos diálogos suenan tan acartonados, tan poco espontáneos, que hacen presumir la existencia de un guión. Además de los momentos fabricados, llama la atención la idoneidad del protagonista. El joven compone canciones, canta y baila, es noble, extrovertido y además aporta un drama amoroso a la historia. Parece que hubieran hecho casting en la cárcel.

Muy aparte de lo que pueda objetarse, Presunto Culpable vale por lo que implica. Insisto en que debería provocar, desde una reflexión personal hasta una exigencia colectiva; desde un debate familiar hasta una reforma legal. La oportunidad es magnífica para seguir documentando los excesos y fallas del sistema de justicia. Vale la pena seguir intentando.

miércoles, 2 de marzo de 2011

El veto de Slim

Tome un segundo para recordar la cantidad de comerciales de Telcel que ha visto en televisión: “Amigo de Telcel presenta…”, “todo México es territorio Telcel”, “Telcel es la red”. ¿Y qué tal de Telmex? “Habla con LADA”, “Háblele…”, “el Paquete Acerques”, el perro que habla, en fin. Estos mensajes fueron pagados por Grupo Carso, propiedad de Carlos Slim, que ahora tiene castigados a Televisa y TV Azteca.

Las razones del veto publicitario se especulan en ambos casos. Parece que Televisa aumentó el precio de sus altísimas tarifas y Grupo Carso decidió retirase. Aunque algunos sostienen que el asunto podría estar directamente relacionado con la creciente competencia de Grupo Televisa en el mercado de las telecomunicaciones.

Sin embargo, el martes pasado en la inauguración del nuevo museo de Carlos Slim en la Ciudad de México estuvo presente Emilio Azcárraga. El empresario entró poco antes del acto y salió inmediatamente después, mientras Slim y Felipe Calderón recorrían la colección de arte privada más importante de Latinoamérica. ¿Lo de Azcárraga fue un guiño?, ¿una formalidad? ¿un mensaje?

Esa noche en el “Museo Soumaya” no hubo cámaras de TV Azteca, televisora experta en pleitos de verduleras, editoriales a modo y desaparición de temas. Televisa también borra personajes de la pantalla, pero Azteca es –en todos los niveles- más burda. En este caso, se especula que Carso ofreció incrementar su publicidad a cambio de un acuerdo sobre tarifas de interconexión y ellos se negaron.

Al final no es un choque de egos o voluntades, sino de intereses económicos. Cada quien ve por lo suyo y nadie muestra disposición a negociar, mucho menos a sacrificar un poco en el proceso. Lo curioso es que todos pierden, tanto los medios que dejan de vender tiempo aire como la empresa que disminuye la presencia de sus marcas.

Los comerciales de Telcel, Telmex y Sanborns dejaron de compartir espacio con productos engañosos, medicamentos y telenovelas. Es la manifestación de una lucha voraz por el control de las telecomunicaciones en el país. El fenómeno sirve no sólo para analizar la extorsión financiera entre particulares, sino la relación entre los medios de comunicación y sus anunciantes.

Además del diferendo Carso-Televisa-TV Azteca, o en todo caso Slim-Azcárraga-Salinas Pliego, la práctica del ahogamiento corporativo a los medios es una realidad. Cuando ocurre, existe la tentación de señalar y condenar al verdugo, a quien retira el apoyo económico a un proyecto determinado. ¡Cuando los medios deberían ser los principales interesados en su supervivencia! Son suicidas cuando dependen de un puñado de empresas o instituciones para sobrevivir.

Televisa dice que perdió el 1.5 por ciento de sus ganancias totales, millones al fin, pero no fatales. En medios emergentes, críticos o financieramente irresponsables, un veto publicitario de esa magnitud hubiera significado la muerte, una asfixia exitosa. No hay libertad con dependencias, los medios deberían separar sus áreas editoriales y comerciales, y fijar límites a los anunciantes para distribuir su ingreso. De lo contrario, su supervivencia está en riesgo.

El pleito de Slim con las televisoras es sólo el pretexto para intuir las dimensiones y los métodos del control mediático en nuestro país. Y el público, como siempre, fuera de la ecuación.