miércoles, 26 de mayo de 2010

La fábula de Paulette

Hace unas semanas escribí en este espacio que con el cuerpo de la niña Paulette Gebara también se enterraba el caso. Me equivoqué. Las declaraciones ocasionales de su madre, Lizette Farah, mantuvieron el tema en los medios hasta el viernes pasado, cuando la procuraduría mexiquense reveló las conclusiones de una investigación llena de errores.

Un insulto a la inteligencia. Así entendemos la explicación del procurador Alberto Bazbaz quienes seguimos la historia. Decir que fue un “accidente” es apelar a la ignorancia y la desmemoria: el propio Bazbaz lo había declarado un homicidio. Después llegó la “ciencia” y la fabricación del cuento.

Resulta que el cadáver de la niña estuvo en su cama todo el tiempo. De algún modo -aseguran los “expertos”- la pequeña se atoró y murió asfixiada sin dejar pistas. Luego llegaron las nanas, los familiares, los peritos, los agentes ministeriales, los perros entrenados y los periodistas. Milagrosamente, el cuerpo en descomposición no estimuló el olfato primitivo de quienes lo rodearon.

Más que cuento, es una fábula. Los protagonistas del relato son como animales que ofrecen una moraleja: es imposible burlarse tan descaradamente de la opinión pública sin que haya consecuencias. El ex procurador ahora lo sabe. También el gobernador que aceptó su renuncia.

Enrique Peña Nieto argumentó “desgaste”. En una improvisada rueda de prensa en la que no aceptó preguntas, el mandatario explicó que el caso Paulette había dañado el vínculo entre la sociedad y las instituciones, por lo que Bazbaz debía ser relevado. Además reprochó a quienes, según él, obtuvieron ganancias políticas de una tragedia humana.

Se equivoca. Los políticos que criticaron el manejo del caso no “aprovecharon” la misteriosa muerte de Paulette sino la incompetencia de un funcionario que Peña Nieto nombró y después respaldó. La crisis se reconoció demasiado tarde. El verdadero golpe viene de dentro, pero afuera la victimización funciona.

Aunque los líderes nacionales del PAN y el PRD hayan coincidido con Lizette Farah en que la investigación debe reiniciarse, aquí termina la historia. El gobernador del Estado de México prometió que en los próximos días se darán a conocer las pruebas que demuestran el accidente. Difícilmente se abrirá un nuevo proceso, ese “desgaste” del que habló Peña Nieto es su peor pesadilla rumbo al 2012.

El caso Paulette fue una tortura para todos. Para los familiares que perdieron a un ser querido, para las autoridades que por primera vez fueron cuestionadas, para los periodistas que tuvimos que participar en el circo y para la opinión pública que atestiguó toda clase de horrores. La verdadera historia no es la de una niña que falleció en extrañas condiciones, sino la de un aparato de justicia inoperante, incluso bajo una salvaje presión mediática.

¿Qué podemos esperar del resto de las investigaciones?, ¿de los casos que no aparecen en la televisión o en las primeras planas? ¿Puede un ciudadano mexicano aspirar a la justicia? ¿Algún día sabremos qué le sucedió a Paulette? Las respuestas a estas interrogantes alimentan el pesimismo. Como si nos faltaran razones para vivir en la desesperanza.

miércoles, 19 de mayo de 2010

La noticiosa nada

Se informa que no hay nada que informar… así han transcurrido los días desde la desaparición de Diego Fernández de Cevallos. El sábado 15 de mayo, el panista Manuel Espino inició la controversia cuando escribió en Twitter: “Hay mucho rumor sobre la desaparición del Jefe Diego, me dicen que está muerto y el cuerpo en el campo militar de Querétaro.”

Inició el furor mediático y también las especulaciones. La inexplicable ausencia de un ex candidato presidencial obtuvo primeras planas y horario estelar. Se desconocían los detalles del hecho: “Nada se sabe del Jefe Diego”, publicó Milenio diario. El periódico La Prensa exclamaba “¡Nada!” en su portada. Se reportaba el tema y con suerte su contexto, pero faltaban detalles básicos.

La culpa no es de los medios, sino de los responsables de la investigación. Ninguna autoridad discute el caso. El hermetismo despierta sospechas pero éstas –como los rumores- son insuficientes desde el punto de vista periodístico. ¿Cuánto más puede prolongarse en la agenda noticiosa un tema sustentado en el vacío informativo? Televisa respondió a su manera la noche del lunes.

Luego de la cobertura extraordinaria del sábado por la noche, Joaquín López-Dóriga comenzó la semana explicando en cadena nacional las razones de la televisora para ignorar la historia hasta su desenlace. Algunos dicen que la orden vino desde el gobierno federal. Televisa argumenta el “respeto a la familia” y el “respeto a la vida”. López-Dóriga señaló que la medida no fue fácil pero será firme.

No sorprende que Televisa omita información, sino que justifique el acto. En el ahora olvidado “caso Paulette” -que inicialmente implicaba una “desaparición”- ninguno de los argumentos mencionados se le ocurrieron a la empresa. No por eso me uno a la crítica automática a su decisión. Como periodista y televidente me parece exagerada y a la vez razonable.

La exageración radica en asfixiar un tema de interés nacional con la promesa de resucitarlo cuando concluya, asumiendo que en su desarrollo no habrá episodios relevantes. Lo razonable es evitar la repetición innecesaria de un hecho sobradamente conocido, independientemente de las reacciones que genere. Lo criticable es el bloqueo informativo desde la Procuraduría General de la República y el gobierno de Querétaro. ¿Cuánto más resistirán la presión de los medios?

Eventualmente Diego Fernández de Cevallos aparecerá muerto o será liberado. Carmen Aristegui ha difundido la posibilidad de que miembros del crimen organizado lo hayan secuestrado para negociar con el gobierno federal. De confirmarse esta hipótesis, la “colombianización” mexicana sería inminente. Tampoco descartemos la posibilidad de que las procuradurías terminen difundiendo alguna versión que insulte a la inteligencia y al sentido común.

Vivimos en el país donde todo pasa y nada pasa. Cuando la prensa depende de la versión oficial para seguir reportando y el gobierno ha decidido que el tema le incomoda, inicia una carrera de resistencia. Las dependencias apuestan al desgaste con boletines escuetos y llamados al respeto. Los medios deberían insistir e investigar por su cuenta. Sólo así existe la esperanza de que pronto haya algo que informar…

miércoles, 12 de mayo de 2010

La prensa y los legionarios

Hace 13 años la televisión mexicana difundió los primeros testimonios contra Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo. El programa que CNI Canal 40 transmitió el 12 de mayo de 1997 escandalizó a funcionarios federales y a prominentes empresarios que conspiraron para asfixiar el proyecto.

A finales de los noventa, los acusadores de Maciel tenían al mundo en su contra. El sacerdote michoacano –protegido del papa Juan Pablo II- era considerado un “santo” por miles de católicos. Los miembros de la congregación y los egresados de su sistema educativo lo defendían ciegamente desde posiciones estratégicas.

La decisión editorial de CNI estuvo sometida a grandes presiones. “Había amenazas directas de dos empresarios, Roberto Servitje, de Bimbo, y Alfonso Romo, metido en ese entonces en cigarreras y en la bolsa, que si se transmitía el programa, habría un boicot publicitario”, explica el periodista Raymundo Riva Palacio. La medida estaba respaldada por Los Pinos.

Canal 40 no se recuperó de ese golpe financiero. Después vino el pleito con TV Azteca y la toma ilegal de sus instalaciones en el Cerro del Chiquihuite. El tiempo dio la razón a quienes arriesgaron su trabajo y su prestigio para denunciar las atrocidades de Maciel. Ciro Gómez Leyva es uno de ellos. Algunos más lo acompañan en el equipo que actualmente da vida a Milenio Televisión.

Aquel 12 de mayo se escucharon voces como la de José Barba. La historia del ex legionario y académico es a la fecha uno de los testimonios más lúcidos y desgarradores sobre el tema. José Barba no niega su fe pero exige justicia. Es uno de los muchos que fueron ignorados y después acusados de locura o perversidad.

Hoy se les considera probables víctimas de un delito. Este es un avance atribuible a los medios. El caso Maciel es tan grave que ningún periódico o noticiero pudo omitirlo. Algunos retrasaron la cobertura y otros insisten en ella, pero ninguno la ignora… incluyendo el semanario que edita la Arquidiócesis.

Ni en sus épocas más sanguinarias y corruptas, la Iglesia Católica había padecido una crisis como esta. Nunca antes se había puesto tan insistentemente en duda la verdadera fuente de su poder: la credibilidad. ¿Por qué creer en una organización que actúa como guardián de la moral universal pero protege a violadores de niños? ¡Que responda Benedicto XVI!

El escándalo logró perturbar la serenidad papal. El silencio ante la controversia se volvió pena, luego disculpa y finalmente auto reproche. Benedicto XVI declaró esta semana que los verdaderos enemigos de la Iglesia están dentro de ella. Y aunque llevaran siglos ahí, la confesión es digna de reconocimiento por venir de una institución que podríamos considerar de ‘lento aprendizaje’.

Los temas prohibidos explotan con el tiempo. Hablar de ellos requiere valentía cuando no están en boca de todos. Por eso el buen periodismo es visionario y atrevido. Por eso la prensa libre huele a inconformidad, porque las vergüenzas del presente no deben ignorarse por el bien del futuro.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Excusas con caducidad

Cualquier “Día Internacional de…” está en riesgo de no celebrarse en México. Lamentablemente para el país, ese tipo de fechas invitan al análisis externo e interno de aquello que se conmemora. Ocupamos primeros lugares pero nunca presumibles. El resto del tiempo somos ejemplo de corrupción, falta de transparencia y violaciones a los derechos humanos.

El “Día Internacional de la Prensa” no fue la excepción. Este lunes, mientras en algunas latitudes se presumían avances, en México se señalaban (otra vez) los horrores. Así ha sido durante años en este y otros temas. Con 62 periodistas muertos desde el 2006 es difícil alegrarse. Mientras tanto, los gobiernos ignoran, minimizan o justifican… según el caso.

Si la libertad de prensa y el derecho a la vida fueran verdaderas prioridades del Estado mexicano, ¿no serían los últimos años la mayor prueba de su fracaso? Prefiero pensar que no le importan. Quizá el Estado sea efectivo en otros asuntos… Así que –desde un optimismo infundado- hasta soy benevolente.

El caso es que México es la letrina del periodismo mundial. Pero no nos sintamos solos. Están con nosotros países soberanos, libres y democráticos como Irak, Irán, China, Somalia y Ruanda. Los pueblos más oprimidos del mundo comparten nuestra desgracia. El panorama es desolador.

La organización Reporteros Sin Fronteras dice que somos el país más peligroso para la profesión en Latinoamérica. Eso nos ubica por debajo de países que –por razones culturales- consideramos “inferiores”, especialmente en Centroamérica. Al paso que vamos, la excusa de que “podríamos estar peor” se acerca a su fecha de caducidad.

Tampoco hay esperanza. Los políticos mexicanos sienten tal compromiso por sus dichos y promesas de campaña que los candidatos que hoy condenan los ataques a periodistas serán quienes mañana los ordenen desde su escritorio. En algún punto, la creencia en la posibilidad de un cambio se vuelve insostenible. Son cada vez más quienes lo entienden.

Pese a esto, la propaganda en México es exitosa: ante el virtual colapso del país, son muchos los que -sin que su empleo en la administración pública esté en riesgo- defienden ardorosamente la convicción de que “vamos bien”. Y no los critico. Que veneren a futbolistas o a galanes de telenovela si quieren, pero que abran los ojos. Que no anden por ahí desinformados.

Justo aquí se cruzan dos desgracias: la del público que no quiere informarse y la del reportero que no puede informar. La ignorancia y la censura son los ingredientes centrales del infortunio periodístico en México. Se sabe que no hay democracia sin prensa libre y se intuye que nada de eso existe aquí.

La emboscada en que dos reporteros de la revista Contralínea fueron atacados la semana pasada en Oaxaca ejemplifica las condiciones en que los periodistas laboran en el país. Érika Ramírez y David Cilia sobrevivieron. Su caso se suma a las agresiones contra los periodistas de Contralínea, cuyas oficinas en el Distrito Federal fueron allanadas por cuarta vez el 10 de abril.

La situación del periodismo es alarmante pero a pocos les inquieta. Es como un automóvil que lleva horas sonando en un estacionamiento y ni los vigilantes se acercan. Estamos acostumbrados al sonido de la infamia. A menos que esto cambie, continuarán las amenazas y las muertes. Los “días internacionales” seguirán ahí como una invitación a sentir vergüenza. Ese es el primer paso…