miércoles, 28 de abril de 2010

¿Por qué tanto alboroto?

Sigo sin leer o escuchar comentarios que justifiquen la “Ley Antiinmigrante” en Arizona. Los argumentos a favor sobran en los Estados Unidos pero no existen aquí. Pareciera que la pluralidad política e ideológica en México desapareció momentáneamente y que todas las voces condenan la “vergüenza mundial” del vecino del norte.

Las figuras públicas en nuestro país saben que es un buen momento para llamar la atención. Nada les emociona más. Subirse a la agenda mediática es fácil en estos días. El método es simple y consiste en aprovechar los micrófonos al alcance para adjetivar abundantemente la legislación que permitirá revisar los documentos migratorios de cualquier persona “sospechosa”.

El criterio de selección es un tema sensible. Los críticos dicen que ahora la policía tendrá la excusa perfecta para molestar y en su caso arrestar a quienes no sean güeros de ojo claro, incluidos los mexicanos. Entonces, concluyen los críticos, esto comprueba que la ley es racista y por lo tanto retrógrada. Además de aberrante.

Tanto estupor parece excesivo. La criminalización de los inmigrantes en Estados Unidos no inició ayer. Los defensores de las minorías olvidan que el choque cultural lleva tanto tiempo ocurriendo que el “criterio racial” en realidad afectará a la mayoría. Incluso a quienes aplauden la medida porque no entienden que es imposible detener el fenómeno.

¿Qué pasará si la ley SB 1070 entra en vigor? Deportarán a muchos, algunos regresarán y muchos más se seguirán yendo. Así ocurrirá pese a los perros, los muros, los detectores de calor, las patrullas, los agentes abusivos, los republicanos con rifles y las condiciones extremas del clima. Con todo esto, las leyes son lo de menos. Entonces, ¿por qué tanto alboroto?

Porque es un roce de Patrias: la ligera colisión entre dos soberanías. Un momento que invita a retomar la exitosa fórmula narrativa de “ellos contra nosotros”. ‘Allá afuera hay gente mala que nos odia’. Como los chinos que expulsaron a todos los mexicanos durante la epidemia de influenza porcina y después humana. ¡Racistas! ¡Qué culpa tenían los paisanos de que la epidemia comenzara en Veracruz!

La rivalidad entre México y Estados Unidos tiene raíces profundas. Alguna vez escuché a un historiador graduado en Harvard decir que los mexicanos no han superado el trauma de haber sido víctimas del mayor despojo territorial en la historia de la humanidad. El antagonismo es cultural, independientemente de las razones, pero es más fuerte aquí que allá. Por eso el caso Arizona es atractivo.

Señoras y señores, enciendan su televisión y observen a las instituciones mexicanas victimizarse mundialmente por una legislación local que afectará a muchas otras nacionalidades, incluida la estadounidense. No justifico la medida, critico la forma en que se ha exagerado en los medios. Tanto que “tirar” la ley será interpretado como una victoria cuando, en el fondo, nada habrá cambiado. El triunfo, aunque se conceda, no representa un verdadero avance.

El tema de fondo -el verdaderamente urgente- es la reforma migratoria. La indignación inducida está mal canalizada. Se desgastará luchando contra una ley en Arizona cuando podría estar presionando en Washington. Mientras tanto, los inmigrantes seguirán moviendo la economía de dos países que no les ofrecen las mínimas condiciones laborales ni se atreven a darles el lugar que merecen en su lista de prioridades…

miércoles, 21 de abril de 2010

Espionaje perfecto

El optimismo fingido se detecta a kilómetros. Héctor Osuna, presidente de la Comisión Federal de Telecomunicaciones, compareció el martes ante diputados federales. Y aunque admitió deficiencias en el Registro Nacional de Usuarios de Telefonía Móvil (Renaut), consideró que el vaso está “medio lleno”.

“Leyendas urbanas”. Así calificó Osuna las versiones periodísticas que circularon sobre los miles de ciudadanos que registraron su línea con nombres de políticos y empresarios como Felipe Calderón o Carlos Slim. El presidente de la Cofetel aceptó que la estrategia de difusión fue tardía y que la base de datos está lejos de ser confiable y completa.

El funcionario negó que el Renaut haya fracasado. Por el contrario, lo declaró un éxito argumentando que no podía ser perfecto. Al escuchar esto, ¿sentirán tranquilidad los más de 65 millones de ciudadanos que cumplieron con el trámite para evitar la cancelación de su número? ¿La retórica de las autoridades convencerá a alguien?

La prensa ha hecho su trabajo. La Jornada reportó que el contador de líneas inscritas en el portal de la Cofetel no representa una cifra real, sino el resultado de un algoritmo que responde a la fecha fijada en la computadora de quien lo consulta. Para conseguir más del 100 por ciento es necesario adelantar el calendario.

El Universal provocó dolores de cabeza con su primera plana del lunes. Si en el barrio de Tepito pueden conseguirse los datos personales de millones de mexicanos con 12 mil dólares, ¿existe la posibilidad de que la información asociada a los celulares registrados termine también en el mercado negro?

Aún si creyéramos que los archivos del Renaut están protegidos celosamente por la Secretaría de Gobernación y que sólo se comparten con autoridades judiciales, no podemos ignorar que –en mayor o menor medida- todas las procuradurías del país están infiltradas por el crimen organizado. Negarlo es una ingenuidad que ni el gobierno federal se permite.

Aquí se vislumbra la verdadera tragedia del Renaut. Lo que sería un freno a las extorsiones telefónicas terminó siendo lo contrario: un incentivo, una tentación. Un celular registrado representa además un peligro para su portador: con él pueden cometerse crímenes a su nombre. ¿O en serio alguien pensó que los delincuentes se darían de alta cuando pueden robar?

Ni hablar de la privacidad. Por ley, las empresas telefónicas deben anotar el origen y el destino de cualquier comunicación. También guardan la hora y la posición geográfica de los involucrados. Este sistema de marcaje personal es el espionaje perfecto: el costo lo absorbe la víctima y siente que lo hace por su bien.

El presidente de la Cofetel es una pieza más del engranaje burocrático que funciona desde el cinismo. La desvergüenza de este personaje pareciera un requisito de los puestos de alto nivel. Quienes los ocupan –irónicamente- se hacen llamar “servidores públicos” por simple conveniencia personal.

El Renaut se agrega a la lista de ignominias en México. Aquí no pasa nada mientras el discurso oficial se mantenga optimista. Desgraciadamente, la sociedad continuará perdiendo espacios si sigue creyendo los argumentos absurdos que justifican la desaparición paulatina de sus libertades.

martes, 13 de abril de 2010

Rojo debate

Golpeados, atropellados, ejecutados, descabezados y demás protagonistas de la nota roja se volverán secundarios. Así ocurrirá si se aprueba la iniciativa de reforma presentada este martes en el pleno de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.

La propuesta busca garantizar la protección y el respeto a los cadáveres o víctimas de violencia. Las adiciones y modificaciones a la Ley de Salud fueron justificadas en tribuna por el perredista Alejandro Sánchez Camacho, quien opinó que la prensa daña a la sociedad cuando reporta con sensacionalismo los hechos de sangre.

Los periodistas, fotógrafos y directores de medios de comunicación en la capital del país estarían obligados a pedir autorización oral o escrita antes de publicar cualquier información que pudiera afectar la dignidad del lesionado o la víctima. ¡Pánico en las redacciones de La Prensa, Metro y Alarma!

Entrevisté a Sánchez Camacho el lunes pasado. El principal impulsor de la reforma y también vocero del grupo parlamentario del PRD terminó aceptando que el texto es “muy general” y requerirá ajustes posteriores. No supo responder a las sanciones previstas ni a los criterios para determinar cuáles imágenes son apropiadas y cuáles no.

“Es una tomada de pelo”, le respondió el coordinador del PRI, Israel Betanzos. Por su parte, el PAN mostró interés en el tema, aunque en voz del diputado Carlo Pizano cuestionó las facultades de la Asamblea para regular a los medios.

El tema es federal y si fuera local, ¿por qué habría de contemplarlo la Ley de Salud? Algunas veces son los paramédicos o enfermeras quienes captan las imágenes y las comparten con los reporteros. Sin embargo, es claro que el tema de fondo es la seguridad pública.

Ocultar la violencia es vendarle los ojos a la sociedad, impedirle comprender el espíritu de la época. En plena “Guerra contra el narcotráfico”, omitir las fotografías y videos escandalosos es contribuir al engaño. El dolor de las familias es entendible pero es absurdo exigir a los medios que ignoren su vocación de informar.

La iniciativa presentada en la Asamblea Legislativa es invalidada por sus redactores. Cuando proclaman que es una buena manera de “iniciar el debate”, descartan su propia seriedad. Después de todo, su labor es diseñar textos que puedan convertirse en leyes. A menos que las leyes dejen de ser referencia y se conviertan en punto de partida…

La libertad de expresión es un derecho fundamental. Por eso, cualquier intento de controlar a los medios es delicado. En este caso, el “abuso” es mejor que la censura. Hablar de excesos es relativo porque el periodista sólo informa lo que pudo observar. La nota roja no puede suprimirse por decreto en México. El contexto lo impide.

En última instancia, si el tema es el “buen gusto” debe apelarse a la autorregulación de los medios y a la inteligencia de la audiencia. Un periódico que no se vende, desaparece. Los lectores saben lo que están comprando. Si buscan sangre saben dónde encontrarla, si quieren evitarla hay opciones. Libertad de prensa… ¿votos a favor?

miércoles, 7 de abril de 2010

Paulette

Con el cuerpo de la niña Paulette Gebara Farah se enterró también el lado humano del caso. Y aunque las investigaciones de su extraña muerte continúen, el proceso judicial es insuficiente para mantener vivo el tema en los medios.

No sólo porque el sigilo legal bloquea gran parte de la información sobre el tema, sino porque la Procuraduría del Estado de México no parece interesada en resolver el tema en el corto plazo. Las odas a la “ciencia” suplican paciencia. No habrá culpables en los próximos meses, a menos que haya sorpresas.

Si los hay será muy tarde. Lo suficiente para que el caso haya sido olvidado por la opinión pública. En los archivos de la desmemoria, Paulette ocupará un lugar junto a Diego Santoy “El asesino de Cumbres” y otros personajes surgidos de la magnificación televisiva que siempre caduca.

¿En algún punto la historia fue relevante? La desgracia familiar de una hija perdida nunca se cuela a los titulares y las primeras planas de la prensa nacional. ¿Por qué un rostro que podría aparecer en “Canal 5 al servicio de la comunidad” se coló al horario estelar?

Las conexiones del padre y la santa inactividad de un periodo vacacional son las respuestas. En realidad, el asunto explotó el día que se descubrió el cadáver de la niña en su habitación. Esto pese a que la madre había sido entrevistada en varias ocasiones sobre la cama de la menor.

En ese punto se mezclaron fuertes factores de interés: la intensidad de la indignación social, la morbosidad de la especulación, la fuerza de la nota roja y el fisgoneo ante la descomposición de la élite.

Los mexicanos son directores técnicos de nacimiento y ahora expertos en criminalística. La madre de Paulette se convirtió de un día para otro en una asesina, en un monstruo, en una mala actriz. Del padre nunca se habló porque su estrategia fue diferente: su único mensaje a los medios ocurrió el día del velatorio.

En las redes sociales en Internet circularon versiones en torno a la ropa con la que se encontró el cadáver de la pequeña: presuntamente aparecía doblada sobre la cama en imágenes difundidas días antes por Televisión Azteca. Twitter y Facebook se convirtieron en juzgados.

Se dijo también que el caso Paulette fue el primer torpedo contra Enrique Peña Nieto rumbo al 2012. Sin embargo, la tragedia de los Gebara Farah dista mucho de comprometer al gobernador del Estado de México, quien se limitó a respaldar a su procurador. Por el contrario, el caso es un excelente distractor.

Se consolida un subgénero televisivo: el reality judicial. Así lo considera Jenaro Villamil de la revista Proceso: “simula un periodismo de investigación en torno a un homicidio, un secuestro o algún delito que cimbre las emociones de las audiencias”, explica el periodista.

Como consumidor de noticias rechacé el tema. Como periodista tuve que subirme a él cuando participé en la cobertura. Agradezco que haya concluido y espero que pronto se rompa el círculo vicioso entre quienes comunican a partir de un supuesto interés y quienes terminan interesados porque es lo único de lo que se habla.