miércoles, 24 de junio de 2009

Espantosas confesiones

Durante la luna llena, las ostras se abren completamente y los cangrejos aprovechan para tirar dentro de ellas alguna piedra o trozo de alga para evitar que se cierren, y así poder devorarlas. Leonardo da Vinci usaba este ejemplo para prevenir a los que abrían demasiado la boca. Su destino, decía el genio italiano, es terminar a merced de quienes escuchan.

“¿Hay periodistas aquí?” preguntó durante una reunión informal el candidato del PAN a la alcaldía de San Pedro Garza García, Nuevo León, uno de los municipios más ricos del país. Tras la respuesta negativa de los asistentes, el político aseguró -en un acto de verborrea incontrolable- que había pactado con narcotraficantes para mantener la paz y la seguridad.

Mauricio Fernández continuó con lo que después él mismo calificó de “espantosas confesiones”. Dijo que los hermanos Beltrán Leyva protegían la ciudad, que habían prohibido la entrada a “Los Zetas” y que sólo había que detener las “ventas obvias” de droga. Así consta en las grabaciones difundidas por Reporte Índigo y reproducidas por Carmen Aristegui en MVS Noticias.

La periodista entrevistó al declarante, quien también es empresario y trabajó para el poderoso Grupo Monterrey. Fernández negó sus dichos e iracundo despotricó contra Ramón Alberto Garza, director de Reporte Índigo. Argumentó que el responsable de esta revista electrónica estaba molesto por su negativa a firmar un contrato de publicidad. Ya lo dijo el columnista Miguel Ángel Granados Chapa: “como si Garza fuera un revistero extorsionador”.

La trayectoria de Ramón Alberto Garza incluye importantes posiciones en los periódicos de Grupo Reforma, en Televisa y El Universal. Sin embargo, el coraje del candidato lo llevó a demandarlo penalmente; la primera denuncia de su tipo contra un periodista que publica en Internet. “Si te muerde un perro, denuncias al dueño del perro”, explicó el panista.

La historia se repite: el político se equivoca pero la prensa es culpable. Esta coartada huele a podrido y nunca funciona, el caso Puebla es un antecedente directo. Los periodistas trabajan con dichos y hechos. Una investigación que probara el vínculo entre Mauricio Fernández y el cártel de los Beltrán Leyva hubiera sido complicada y laboriosa. En cambio, el candidato decidió regalar su desprestigio confiado en que a las palabras “se las lleva el viento”. ¿Y las grabadoras?

El episodio en Nuevo León pone en duda, nuevamente, la “Guerra contra el narcotráfico” y las declaraciones de Germán Martínez, líder nacional del PAN, quien niega pactos entre sus candidatos y el crimen organizado.

No estaría de más que las figuras públicas dominaran lo que el estratega Robert Greene ha llamado el arte de decir siempre “menos de lo necesario” en su libro “Las 48 leyes del poder”. A más palabras, mayor vulnerabilidad y como dijera Jean-Francois Paul de Gondi -político del siglo XVII- “es más perjudicial decir tonterías que cometerlas”.

miércoles, 17 de junio de 2009

Batallas en la Red

Controlar la información de Internet es la nueva meta en la lista de aspiraciones delirantes de la clase política mexicana. La desregulación de la Red, interpretada como una invitación al juego sucio, ha entrampado a candidatos y partidos en una guerra virtual magnificada por la televisión.

En esta elección, YouTube.com se ha convertido en la válvula de escape para los mensajes que, de otro modo, serían sancionados por el Instituto Federal Electoral. Sin embargo, el sitio de videos también es percibido como “tierra de nadie” por los ofendidos, quienes ahora insisten en la regulación.

El caso de inconformidad más reciente involucra al Partido Acción Nacional. El instituto político logró que YouTube suspendiera temporalmente el canal de videos de El Universal, medio que señaló las semejanzas entre un spot diseñado en 2006 para el Partido Socialista Obrero Español y un mensaje transmitido para apoyar la campaña del panista Fernando Elizondo rumbo a la gubernatura de Nuevo León.

Ahora se sabe que el PAN negó la queja, aunque los voceros de YouTube declararon que la sanción a El Universal por la violación de derechos de autor, surgió de la inconformidad de un remitente identificado como “Partido Acción Nacional Nuevo León”. La creatividad desbordante del PAN lo llevó a acusar al PRI de orquestar una “estratagema” para tacharlos de censores. Como si necesitaran ayuda.

Este episodio, sumado a otros memorables como el “Rata y Cursi” contra el gobernador de Veracruz, demuestra la frustración de una clase política que se lleva y no se aguanta, que se reconoce impotente ante la vastedad del Internet. No existe la instancia que dirima sus conflictos; incluso YouTube se reconoce como un “intermediario”: elimina un video y se cuelan diez más.

Este fenómeno ha sido analizado por académicos de todo el mundo. Langdon Winner, doctorado por la Universidad de California, sostiene que el carácter global de la Red es su principal atractivo para grupos e individuos de todo el espectro ideológico. Sin embargo, la diseminación amplia de mensajes, advierte el investigador, “hace más difícil el control por una agencia exterior”.

En México, los efectos políticos de la revolución tecnológica impactan en una sociedad dividida por la brecha digital. Rodrigo Araya, académico chileno, afirma que la “mala noticia” del Internet es que no llega a todos. La buena es que significa más poder para los ciudadanos e impulsa la eficiencia de las instituciones públicas. A la lista de cualidades podríamos agregar que la Red -por su naturaleza- es incontrolable.

Los esfuerzos en sentido opuesto serán inútiles o encontrarán éxitos individuales con la ayuda de un IFE solidario e intercesor, pero difícilmente sacudirán las bases de un medio de comunicación esencialmente libre. Por la limitación de su alcance, la regulación de las campañas políticas en Internet es un atraso legislativo que puede justificarse.

miércoles, 10 de junio de 2009

Billetes verdes

El calentamiento global es la justificación perfecta para nuevos impuestos que “protegerán” al medio ambiente, y de paso, la recaudación. La llamada “agenda verde” se presenta como la solución a un planeta amenazado por sus habitantes aunque, paralelamente, sigan apareciendo pistas de los verdaderos motivos detrás de sus impulsores.

Al Gore es uno de ellos. El vicepresidente de los Estados Unidos se disfrazó de ecologista y viajó por el mundo difundiendo su documental ganador del Oscar, un largometraje que plantea el imperativo moral de controlar las emisiones de carbono. La “verdad incómoda” sería, en todo caso, el hecho de que Gore haya propuesto la necesidad de fijar gravámenes “a quienes contaminan”, un grupo que nos incluye a todos.

El viernes pasado se celebró en México el “Día Mundial del Medio Ambiente” y al acto oficial estuvo invitado el secretario de Hacienda, Agustín Carstens. ¿Cuál es la relación entre impuestos y ecología? Lo mismo se preguntó él. La respuesta en su discurso fue simple: proteger al planeta tiene “costos” y sería peor pagarlos después.

La fiebre recaudatoria pone en riesgo a la economía familiar. La reacción previsible a un instrumento fiscal tan despiadado como el IVA a alimentos y medicinas ha creado la necesidad de estrategias diferentes que ya palpitan en las declaraciones de funcionarios que súbitamente se convirtieron en ardorosos protectores de la Madre Tierra.

Para evitar el enojo de los contribuyentes, la propuesta requiere construir bases de apoyo, entusiasmar si es posible. Conviene entonces que la “agenda verde” se vuelva prioridad. Los medios de comunicación son aliados naturales pero también las organizaciones cuya farsa ecológica es tan vistosa como la del partido político que, recién desempolvado, propone la pena de muerte en México.

El crecimiento del Partido Verde no es gratuito, está basado en una estrategia publicitaria que, en términos de impacto, compite directamente con los mensajes de otras opciones políticas que recibieron más recursos del Instituto Federal Electoral. En 2009, el presupuesto del Verde para campañas representa sólo el 30 por ciento de lo que gastará el PAN por el mismo concepto. Y de ahí salió para los espectaculares, los spots en el cine y los “actores ecologistas”.

La Madre Tierra encontró amigos poderosos. El dinero detrás del furor ecologista es congruente con lo que podría recaudarse y eventualmente será la única opción. Así lo sugiere Jim Prust del Fondo Monetario Internacional: “Las tasas retributivas por contaminación constituyen una alternativa preferible a otros impuestos que, en caso contrario, sería necesario aplicar por motivos de gestión fiscal”.

Los temas ambientales cobrarán relevancia con el paso de los años y estamos bajo aviso: habrá quienes aprovechen las flagelaciones de una sociedad que terminará comprando la culpa de “atentar” contra la integridad del planeta. Como si el asunto se resolviera con dinero, con secretarios de Hacienda y más impuestos. Lo que nos faltaba…

miércoles, 3 de junio de 2009

Nuevas guerras

Dicen que estamos en guerra. Lo demuestran con su conteo de bajas, kilos decomisados y delincuentes fotografiados. Lo que nuestros medios no informan es la verdadera historia. La cobertura informativa de la llamada “Guerra contra el narcotráfico” ha sido, hasta ahora, convenientemente superficial y pobre. Centrada en los efectos y no en las causas, construida por cifras y no por historias, la cronología de esta cruzada por la legitimidad carece de datos riesgosamente básicos.

El idealismo de un periodista aventurero y su anhelo de convertirse en “reportero de guerra” han sido sepultados. Quienes buscaban historias en el peligro y caos de un conflicto han decidido renunciar al “privilegio” de poner a prueba sus capacidades de investigación y respuesta en un escenario extremo. Las guerras de hoy han convertido a la prensa en propaganda. Esa verdad justificó, por ejemplo, que Ryszard Kapuscinski, célebre corresponsal polaco, se negara a cubrir en Irak la Guerra del Golfo.

Kapuscinski, fallecido en enero de 2007, descubrió que cuando la única información disponible proviene de los comunicados oficiales, el periodista irremediablemente se convierte en un eco, en un repetidor de noticias que no fueron producidas o siquiera verificadas por él.

El caso mexicano lo reafirma. Publicar los resultados de la “Guerra contra el narcotráfico” es publicitar al gobierno. La falta de investigación profunda en las causas, los intereses, los modos y las metas de los combatientes, incentiva una visión maniqueísta cuya simplicidad es ridícula. El crimen organizado, por otro lado, se beneficia con la difusión de narcomantas o violentas masacres.

Los reporteros son obligados a tomar partido porque las incursiones a las zonas de ingobernabilidad son demasiado riesgosas. Ningún medio puede ofrecer protección a sus enviados y, a cambio, acepta la seguridad del Estado, las incursiones patrocinadas y los operativos impecables. Se suple la información directa con las versiones empaquetadas, corregidas y aumentadas.

En épocas que evocan el salinismo mediático, la exhortación a “apoyar” al presidente parece incluir también a los informadores, aunque su labor exija imparcialidad. Aquí cobran sentido las palabras de Miriam Pedrero, corresponsal de guerra en Kosovo y Guinea, quién señala: “El buen periodista es un testigo que debe estar pegado a la gente, no a las instituciones”.

Las opciones se reducen. ¿La prensa debe verificar cada decomiso? ¿Comprobar que la droga se destruya? ¿Deben los medios confiar en los datos proporcionados por los boletines? ¿El gobierno actúa de buena fe? ¿Se puede negar el derecho a dudar?

Del periodismo depende la memoria de estos días. Existen propuestas para la creación de equipos de trabajo protegidos por el anonimato y los medios interesados. Se pierde la exclusividad pero se reduce el riesgo. ¿Vale la pena? Quizá es momento de entrevistar a testigos y víctimas, de señalar a corruptos y cómplices, de aprovechar las cualidades de una práctica que renuncia a la “objetividad” en su búsqueda por la verdad. El miedo debería sacudir a los culpables, no a quienes se internan en el campo de batalla y apuestan su vida para ofrecer una visión ajena a la propaganda y cercana a la realidad.