Tome un segundo para recordar la cantidad de comerciales de Telcel que ha visto en televisión: “Amigo de Telcel presenta…”, “todo México es territorio Telcel”, “Telcel es la red”. ¿Y qué tal de Telmex? “Habla con LADA”, “Háblele…”, “el Paquete Acerques”, el perro que habla, en fin. Estos mensajes fueron pagados por Grupo Carso, propiedad de Carlos Slim, que ahora tiene castigados a Televisa y TV Azteca.
Las razones del veto publicitario se especulan en ambos casos. Parece que Televisa aumentó el precio de sus altísimas tarifas y Grupo Carso decidió retirase. Aunque algunos sostienen que el asunto podría estar directamente relacionado con la creciente competencia de Grupo Televisa en el mercado de las telecomunicaciones.
Sin embargo, el martes pasado en la inauguración del nuevo museo de Carlos Slim en la Ciudad de México estuvo presente Emilio Azcárraga. El empresario entró poco antes del acto y salió inmediatamente después, mientras Slim y Felipe Calderón recorrían la colección de arte privada más importante de Latinoamérica. ¿Lo de Azcárraga fue un guiño?, ¿una formalidad? ¿un mensaje?
Esa noche en el “Museo Soumaya” no hubo cámaras de TV Azteca, televisora experta en pleitos de verduleras, editoriales a modo y desaparición de temas. Televisa también borra personajes de la pantalla, pero Azteca es –en todos los niveles- más burda. En este caso, se especula que Carso ofreció incrementar su publicidad a cambio de un acuerdo sobre tarifas de interconexión y ellos se negaron.
Al final no es un choque de egos o voluntades, sino de intereses económicos. Cada quien ve por lo suyo y nadie muestra disposición a negociar, mucho menos a sacrificar un poco en el proceso. Lo curioso es que todos pierden, tanto los medios que dejan de vender tiempo aire como la empresa que disminuye la presencia de sus marcas.
Los comerciales de Telcel, Telmex y Sanborns dejaron de compartir espacio con productos engañosos, medicamentos y telenovelas. Es la manifestación de una lucha voraz por el control de las telecomunicaciones en el país. El fenómeno sirve no sólo para analizar la extorsión financiera entre particulares, sino la relación entre los medios de comunicación y sus anunciantes.
Además del diferendo Carso-Televisa-TV Azteca, o en todo caso Slim-Azcárraga-Salinas Pliego, la práctica del ahogamiento corporativo a los medios es una realidad. Cuando ocurre, existe la tentación de señalar y condenar al verdugo, a quien retira el apoyo económico a un proyecto determinado. ¡Cuando los medios deberían ser los principales interesados en su supervivencia! Son suicidas cuando dependen de un puñado de empresas o instituciones para sobrevivir.
Televisa dice que perdió el 1.5 por ciento de sus ganancias totales, millones al fin, pero no fatales. En medios emergentes, críticos o financieramente irresponsables, un veto publicitario de esa magnitud hubiera significado la muerte, una asfixia exitosa. No hay libertad con dependencias, los medios deberían separar sus áreas editoriales y comerciales, y fijar límites a los anunciantes para distribuir su ingreso. De lo contrario, su supervivencia está en riesgo.
El pleito de Slim con las televisoras es sólo el pretexto para intuir las dimensiones y los métodos del control mediático en nuestro país. Y el público, como siempre, fuera de la ecuación.
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