miércoles, 29 de abril de 2009

Influenza mediática

Cortina de humo, eso es la “influenza porcina” en los medios de comunicación. Sin negar la epidemia, resulta preocupante que el panorama informativo haya sido eclipsado por el tema. Pareciera que, de pronto, nada relevante sucede en el país si no está relacionado con la enfermedad. La crisis económica, el narcotráfico y las controversias electorales fueron sustituidas por cátedras sobre el tapabocas y exhortaciones a la calma.

Los medios se justifican y aseguran que su cobertura es un servicio social. Reiteran que no pretenden causar pánico, cuando ha sucedido justo lo contrario. Siendo la fuente primaria de noticias, la televisión ha sido irresponsable y alarmista, aunque lo niegue. Los hechos apuntan hacia otra dirección: el tono de sus conductores, la musicalización dramática y el uso de información no confirmada.

La salud queda en segundo plano y se aprovecha la contingencia para lucrar con el miedo. Si la preocupación humanista de los medios fuera genuina, el tema de la “influenza porcina” podría tratarse ampliamente desde un enfoque científico. Por el contrario, ha prevalecido la información superficial y politizada.

Lo que podría ser un debate entre batas blancas, se convirtió en un desfile de corbatas. ¿Por qué los datos “más confiables” de la epidemia vienen de fuentes gubernamentales? Así lo decide el periodismo oficialista que otorga la autoridad de epidemiólogos a políticos con tapabocas que tropezadamente opinan como científicos improvisados. ¿No serían más reveladoras las declaraciones de un académico o investigador que las hipótesis y recomendaciones de un funcionario convertido en “experto” por la magia de la generación espontánea?

Si la prensa informara exhaustivamente, habría encontrado nuevas aristas del tema. Por ejemplo, el hecho de que la enfermedad es motivo de regocijo para las empresas farmacéuticas que acaparan las vacunas y los antivirales. Esta semana, las acciones de GlaxoSmithKline y Roche -hasta ahora únicas tenedoras de la cura- han aumentado 2.42 y 3.51 por ciento, respectivamente. Y de las ganancias, ni hablar...

¿Por qué un tapabocas de 50 centavos puede costar 50 pesos? La epidemia es un negocio y también se manifiesta en las “compras de pánico”. Sucede que ante la información “responsable” de los medios, los mexicanos decidieron que la mejor idea era aglutinarse en clínicas, hospitales y supermercados. El riesgo de contagio aumenta con la paranoia y su origen puede rastrearse con un control remoto.

¿Por qué mutó el virus? ¿De dónde viene? ¿Por qué no conocemos los nombres de las víctimas? ¿Por qué depende México de patentes extranjeros? ¿Hace falta inversión en ciencia y tecnología? ¿Por qué hay muertes si existe una cura y abunda la información? ¿Por qué los préstamos extranjeros si, en teoría, teníamos todo para combatir la epidemia? ¿Cómo se recuperará la actividad económica? Fuera de los ambulantes, las farmacéuticas, los políticos y los medios de comunicación, ¿alguien más podría capitalizar este distractor?, ¿quién y para qué? Al final, hay más preguntas que respuestas.

miércoles, 22 de abril de 2009

Incomodidad premiada

Una entrevista incómoda al ex presidente Luis Echeverría, le ganó el Premio Nacional de Periodismo a Rogelio Cárdenas Estandía, quien a los 29 años de edad es director general adjunto del periódico “El Financiero”. La lista de ganadores en varias categorías se dio conocer esta semana por el jurado calificador que encabeza la politóloga Denise Dresser.

Las declaraciones de Echeverría a Cárdenas Estandía fueron publicadas en un libro a finales del año pasado y se compilaron durante 14 sesiones, hasta que el ex presidente decidió suspenderlas ante los cuestionamientos sobre temas “sensibles”. Se trataba de la segunda serie de entrevistas que Echeverría permitía en un lapso de 32 años.

La historia es digna de contarse. ¿Por qué si Echeverría había negado sistemáticamente las peticiones de los medios nacionales e internacionales, decidió recibir al joven periodista? Todo inició con un desayuno, según cuenta el propio Rogelio. Ahí, Echeverría le dijo que podía volver a su casa cuando quisiera, siempre y cuando se reunieran a comer antes.

Para evitar compromisos, hay medios que prohíben a sus reporteros recibir siquiera un vaso de agua, otros fomentan la deshonestidad con salarios mezquinos. En este caso, la situación planteaba un conflicto ético (aceptar una comida pagada) pero la condición no detuvo al reportero, quien asegura que su intención fue clara desde el principio.

La relación entre Luis Echeverría y Rogelio Cárdenas creció naturalmente, tanto que el periodista le regaló una serie de televisión que luego se convirtió un requisito más de las entrevistas. Ahora tenían que desayunar, hablar de la historia de México y ver algún capítulo de la serie. El todopoderoso presidente de los setenta, sumido en la soledad, necesitaba compañía.

A partir de la onceava sesión, el clima comenzó a tensarse. Según relata Cárdenas Estandía, existían presiones del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) para evitar que temas “clasificados” fueran ventilados. La relación explotó y sobrevino el rompimiento, pero a nivel noticioso, las entrevistas “no autorizadas” resultaron un valioso testimonio.

A sus 86 años, Echeverría responsabilizó a Gustavo Díaz Ordaz de los trágicos sucesos del 2 de octubre de 1968. Habló de su partido, discutió la reforma energética y dijo que su arraigo domiciliario era un “cobro de facturas” de Vicente Fox.

La situación tuvo similitudes con la entrevista histórica entre David Frost y Richard Nixon en los Estados Unidos. Nixon era un político astuto con pocas simpatías, acusado de crímenes, recibiendo a un periodista a quien subestimó. La diferencia es que Nixon pidió disculpas y Echeverría las omitió. “Ni pido perdón a nadie ni me lo doy”, dijo.

El último entrevistador de Echeverría había sido su amigo y biógrafo personal, Luis Suárez, quien publicó dos libros con las respuestas del ex presidente a preguntas que no lo comprometían. El caso de Rogelio Cárdenas es diferente, pues se atrevió a ser incisivo. Esa incomodidad -resultado inevitable de la verdadera actividad periodística- será premiada el próximo 11 de mayo.

miércoles, 15 de abril de 2009

El evangelio de Obama

Una celebridad internacional. Eso es Barack Obama en México. Una encarnación carismática con el encanto multiplicado de Hillary Clinton, cuya cálida presencia recién distrajo a quienes razonablemente temían ser ciudadanos de un país considerado un “Estado fallido” y una amenaza a la seguridad de los Estados Unidos. Obama llega con opiniones favorables.

Primeras planas, horario estelar y análisis extendido. Así se reforzará la idea de una relación binacional mejorada y mutuamente conveniente. Todo esto cuando más allá de la frontera, la imagen favorecida es diametralmente opuesta: la de un país inestable y necesitado de auxilio.

Eventos mediáticos de esta naturaleza son oportunidades extraordinarias para monitorear el comportamiento de la prensa. ¿Se privilegiarán los hechos o los dichos? ¿La atención se centrará en Obama o en las reacciones a su presencia? ¿Felipe Calderón será un simple anfitrión o un mandatario con clase? En las respuestas se dibujarán los valores de los medios.

Obama, aunque cauteloso, resulta irremediablemente mesiánico. Esta cualidad conquistó a los votantes de un país que sufría la resaca moral y económica de haber entronado, ratificado y justificado al peor presidente de su historia. En México, resulta atractiva la aparente proximidad de una figura histórica y su amplio interés en nuestro país.

El evangelio de Obama depende de sus relatores. Puede calificársele como un actor o como un reformador, como un fraude prematuro o como un héroe seguro. Esta percepción será mediada por los comunicadores y periodistas, quienes elegirán los hechos destacados y las frases memorables. Quienes lo convertirán en el tema de la semana.

Un político es conocido a través de la información y los medios en su relación con él. Este caso no es la excepción. Aún más, porque ocupar la presidencia de Estados Unidos implica cierta ambivalencia que no puede ignorarse. Las opiniones, divididas por su contundencia, burbujearán en los micrófonos y en las salas de redacción.

El tema de los esfuerzos conjuntos será destacado. “Nos necesitamos, trabajemos juntos” son ideas que justificarán la interdependencia necesaria para una eventual “integración”. La idea no surge de un pesimismo delirante, sino de la insistencia en este término por parte del presidente mexicano en sus giras por la Unión Americana. “Ustedes son el capital, nosotros el trabajo“ es el mensaje.

Quienes albergan ilusiones sobre Obama, deberán esperar. Quienes lo critican también. Eso sí, las prioridades de los Estados Unidos pueden diferir de aquellas proyectadas por los medios nacionales. Los mexicanos quisiéramos pensar en reformas migratorias o en beneficios comerciales, ¿en qué pensará Obama?

miércoles, 8 de abril de 2009

Intenciones a prueba

La Cámara de Diputados aprobó federalizar los delitos contra la libertad de expresión y pareciera que los periodistas en México tenemos razones para celebrar. La reforma pretende evitar que las mafias locales atrasen las investigaciones derivadas de impedir la actividad periodística. Esto significaría un logro para los informadores que, por décadas, han insistido en el tema.

El proyecto fue aprobado por el mínimo necesario de votos por una simple razón: muchos diputados estaban ausentes. En espera de que el Senado revise y vote el texto, uno de los elementos más rescatables es la definición de "actividad periodística" que incluye un amplio espectro de labores -desde la fotografía hasta la edición- y contempla a los reporteros freelance, es decir, a quienes no trabajan para un medio específico y publican ocasionalmente.

Las críticas a esta adición al Código Penal Federal señalan que se trata de una medida “electorera” y podrían confirmarse en la importancia que se dio a las declaraciones de César Duarte, presidente de la Cámara, quien súbitamente se convirtió en un ardiente defensor de la libertad de prensa.

Por otro lado, de acuerdo al más reciente reporte de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) habría pocos motivos para alegrarse. En el primer trimestre del año, tres reporteros fueron asesinados y 46 presentaron quejas por agresiones. Esto sin contar las denuncias ante las comisiones estatales y los actos intimidatorios que no son reportados.

Según la CNDH, los estados más peligrosos para ejercer el periodismo son Veracruz y Oaxaca, cada uno con 27 por ciento de las agresiones totales. Solamente durante el fin de semana, se registraron en Oaxaca tres casos que pondrán a prueba “la buena voluntad” de la legislación que pretende reconocer el derecho a una opinión pública informada.

El lunes pasado fue asaltada en la capital oaxaqueña la periodista Rebeca Luna Jiménez, quien se dirigía a su casa cuando un motociclista comenzó a seguirla. Más adelante, ocho sujetos rompieron los cristales de la camioneta en que viajaba, la insultaron y le robaron su computadora portátil.

Otro informador, Jaime Méndez Pérez, fue perseguido y empujado por una multitud en San José del Progreso, Oaxaca, donde una mujer le arrebató su cámara fotográfica mientras era amenazado con garrotes.

A estos casos, se suma la denuncia presentada por Federico Carrera, reportero y corresponsal, quien fue golpeado por policías que recibieron por radio la instrucción de “partirle la madre”. Los guardianes del orden también lo despojaron de 5 mil 500 pesos.

En este contexto, son necesarias las medidas aprobadas por los diputados que fueron a trabajar. Sin embargo, en un país donde las leyes se confunden con recomendaciones, su efectividad está condicionada. Si los casos mencionados son resueltos sin dilaciones, sabremos que México es un mejor país para ejercer el periodismo. De lo contrario, nos ahorramos la fiesta y también las preocupaciones. Ya estamos acostumbrados...

miércoles, 1 de abril de 2009

Noticias fabricadas

Imagine un país donde los periodistas se confunden con secuestradores y donde los funcionarios inexplicablemente millonarios pasan por "víctimas" de la delincuencia. Lo que desde el sentido común parecería un absurdo se materializó en la controversia protagonizada por el secretario de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna, el fin de semana pasado.

Todo inició cuando una investigación de la periodista Anabel Hernández reveló que el secretario tiene propiedades con un valor superior a los 27 millones de pesos, cifra incompatible con sus declaraciones patrimoniales de los últimos años. El medio electrónico “Reporte Indigo” difundió también imágenes de una casa de cuatro pisos que García Luna está construyendo en un fraccionamiento exclusivo del Distrito Federal.

Las reacciones a la información se dieron en dos frentes. Por un lado, la Policía Federal Preventiva se movilizó a custodiar las propiedades para evitar la presencia de los medios y por el otro, los periodistas decidieron que la historia era digna de atención.

Fue el caso de Rosendo Alejandro Flores y Juan Lorenzo Jaime de la Torre, reporteros de TVC, Televisión por Cable, quienes fueron enviados a grabar la mansión del funcionario y terminaron detenidos por intento de secuestro. Quince horas tardó su liberación, pese a identificarse plenamente como empleados de la televisora.

Lo peor del caso viene con la fabricación y el engaño. Aún sabiendo que eran periodistas, la dependencia federal informó a la prensa sobre la detención de presuntos secuestradores, quienes estaban grabando a la esposa e hija del secretario García Luna. Incluso, se dijo que podía tratarse de sicarios reclutados por el Cártel de Sinaloa para ejecutar a mandos policiales. Argumentos convincentes en épocas de miedo.

La historia inventada por la Secretaría de Seguridad Pública, la cortina de humo, caducó rápidamente. Su titular se vio obligado a admitir en varias entrevistas que los detenidos eran en realidad reporteros, aunque justificó la detención con un episodio similar que su familia habría sufrido en mayo del año pasado. El secretario-víctima pretendía restarle atención al millonario inexplicable.

Con estos acontecimientos queda claro que García Luna es experto en la fabricación de noticias, como lo hizo cuando fue director de la Agencia Federal de Investigaciones y pactó el montaje mediático que inició la controversia por la detención de la ciudadana francesa, Florence Cassez.

Al final, y como se ha vuelto costumbre, los temas de fondo son ignorados. En lugar de que el responsable de la seguridad en nuestro país aclare el origen de sus recursos y con eso detenga las especulaciones sobre sus posibles vínculos con el crimen organizado, surge la desinformación, la mentira.

La credibilidad de la “guerra contra el narcotráfico” podría estar en juego. Y a todo esto, ¿qué hace el presidente? Confía en sus muchachos...