miércoles, 27 de mayo de 2009

Coincidencias felices

En la política existen los intereses, no las coincidencias. Las relaciones entre medios de comunicación y partidos políticos no son la excepción. Que alguna de las partes sostenga públicamente lo contrario es una invitación a la risa, a menos que se diga con la seriedad suficiente para convertir el acto en un imán de sospechas.

¿Qué le dijo Demetrio Sodi a Televisa? “Tratemos como párvulos a los mexicanos”. La naturaleza del diálogo puede inferirse con las declaraciones del candidato panista a la delegación Miguel Hidalgo, quien casualmente fue entrevistado durante la transmisión del partido Pumas-Puebla el pasado fin de semana.

Al minuto cuarenta, la narración se suspendió para dar paso a un comentarista que dijo: “Dando la vuelta por los palcos, nos encontramos a Don Demetrio Sodi, ¿qué haciendo por aquí?, ¿le gusta el fútbol o qué?”. El engaño alcanzó su clímax cuando, posteriormente, el político aseguró que el episodio se trató de “una coincidencia muy feliz”.

Entonces los periodistas -aguafiestas naturales de la clase política- se preguntaron cuánto costaría aparecer en las semi-finales del fútbol mexicano y si esto podría constituir una violación a las disposiciones electorales que prohíben la adquisición de espacios en radio y televisión a los partidos políticos. La alegría de Sodi “El Inocente” estaba condenada a frustrarse.

El candidato tuvo que recular y buscó nuevas ideas en el acervo de sus excusas infantiles. Abandonó la versión del suertudo que “andaba por ahí” y admitió que la entrevista fue pactada con Televisa, aunque negó haber pagado por ella. Argumentó que inicialmente sería cronista invitado y que sólo aprovechaba sus “relaciones y amistades” con los medios.

A la contradicción se sumó el cinismo, como si la televisora regalara tiempo en lugar de venderlo, como si no existieran los intereses empresariales, como si fuera normal escuchar a candidatos en los partidos de fútbol, como si “Don” Demetrio Sodi fuera una autoridad deportiva cuya presencia en un estadio no debería ignorarse. Vaya, como si el acto no resultara al menos sospechoso.

Preocupa la forma en que ciudadanos que pretenden ocupar un cargo de elección popular se aproximan a los límites de lo legal para promocionarse y violan el espíritu de las leyes, escudándose en su ambigüedad. Desesperados, los partidos políticos que aprobaron la reforma electoral actúan ahora como si se tratara de una imposición arbitraria.

¿De qué sirven las reglas si no previenen las conductas que pretendían evitar? ¿Por qué elegir a un político que en campaña transgredió descaradamente la equidad del proceso y apostó a un electorado primitivo con sus coartadas? ¿Porque se burló de los cuestionamientos diciendo que él nada más “metió gol”? ¿Porque salió en el fútbol? Sólo la indignación y la denuncia evitarán que la “buena voluntad” y las “concidencias felices” sigan invadiendo las pantallas.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Verdades y absurdos

Indigna más la indiferencia que la impunidad, dicen más las excusas que los hechos. Un ex presidente de México declaró corrupto a su sucesor y todo sigue igual. Que el asunto es "entre particulares", que el señor es un débil mental y no puede opinar, que la periodista "abusó" de su confianza, que la historia juzgará... ¿A quién se le ocurre? Son la justificación y el silencio volviéndose cómplices; es la apatía prolongando los saqueos.

Como el reflejo en un espejo, México está al revés. Quienes deberían ser juzgados viven plácidamente, quienes deberían informar callan y los pocos que lo hacen son criticados. Sólo así se entiende que Carlos Salinas de Gortari haya capoteado un nuevo escándalo, que las televisoras omitieran el tema y que se pretenda denostar la labor de Carmen Aristegui.

A dos semanas de que la periodista difundiera en su programa de radio las declaraciones de Miguel de la Madrid, el tema ha perdido peso en los medios que lo replicaron. Los demás, se aferran aún a las sobras del banquete epidémico que los convirtió en guardianes de la salud pública.

Entrevistada por el semanario Proceso, Aristegui confiesa que la conversación con el ex presidente fue sorpresiva. De la Madrid no se distinguía por ser particularmente revelador y de pronto ahí estaba, señalando la inmoralidad del sexenio de Salinas y los negocios ilícitos de su hermano Raúl.

Inútilmente se ha intentado demeritar la entrevista, argumentando que las respuestas monosilábicas prueban la incapacidad del entrevistado. Como si no existieran frases coherentes o un hilo conductor. Más aún, como si un cuestionario con preguntas cerradas fuera inválido o se tratase de un invento siniestro al margen de la actividad periodística.

Los dichos de Miguel de la Madrid deben investigarse, su minimización genera sospecha y retrata -como diría Aristegui- a una élite política que se alinea para mantener vigente el pacto de impunidad que ha prevalecido en México a lo largo de muchos años.

Hemos perdido la capacidad de asombro y aprendido a creer en toda clase de cuentos. El periodista -como agente de cambio social- requiere de una audiencia receptiva y crítica, dispuesta a opinar y a exigir. La investigación periodística es incapaz, por sí misma, de contrarrestar el letargo de la justicia ante la evidencia de posibles delitos.

Nos hemos acostumbrado a los comunicados, los desmentidos y las versiones oficiales. ¿Qué hay de los hechos? Ante este panorama, sólo el absurdo es posible. Si las declaraciones de Miguel de la Madrid merecen la indiferencia y el olvido tras su obligado suicidio político, podría concluir este texto diciendo que nunca lo escribí y todos habrían de creerme.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Mercado de opiniones

En el mercado de la opiniones, todas las posturas encuentran su espacio y su crítica. Opinar es empeñar la credibilidad en defensa de una convicción que surge de un entorno marcadamente complejo; es un acto comprometedor del periodismo que decide apostar un nombre y una visión, a la incertidumbre del devenir y sus juicios. Pese a la contundencia de algunas voces autorizadas o a la cualidad refrescante de sus argumentos, sólo existen tres tipos de opiniones.

Esto, a partir de los códigos interpretativos propuestos por un teórico jamaiquino de nombre Stuart Hall. Para él, cualquier suceso tiene tres lecturas: la hegemónica, la negociada y la opositora. Esto significa que ante cualquier tema las opiniones pueden reforzar la postura dominante, cuestionar sin criticar o simplemente desacreditar. La epidemia de “influenza humana” sirve de ejemplo.

De inspiración presidencial, el mensaje central de este ejercicio de análisis será: “El gobierno mexicano actuó de forma oportuna y correcta ante la emergencia sanitaria”. La lectura hegemónica, según Hall, arrojaría argumentos a favor del enunciado. Los encontraremos, sin falta, en la televisión y en las figuras emanadas de ella.

El elegido es Joaquín López-Dóriga, quien escribió para el periódico Milenio que el presidente se asumió “al frente de la emergencia” como un jefe de gobierno que “se hace sentir”. Además, el comunicador dijo que “debe aceptar” que Felipe Calderón es avalado por las cifras, los resultados y las encuestas. Para él, esto es lógico y natural.

Vamos ahora a la postura negociada, donde caben algunas contradicciones. En este caso, quien opina comparte gran parte de la interpretación dominante, pero añade elementos propios. Opté por un texto de Macario Schettino publicado en El Universal.

Este investigador, autor de 15 libros, admite que el mundialmente célebre virus A/H1N1 es tratable con los antivirales existentes y que quizá no era para tanto. Sin embargo, señala que el gobierno desconocía inicialmente esa información y aplaude que no arriesgara al país. Schettino se queja de la prensa que ataca permanentemente al gobierno, pero tampoco pugna por defenderlo.

En ese sentido, Stuart Hall habla de la lectura opositora, aquella que entiende la opinión dominante, aunque no la comparte. El contexto de quien percibe el tema, lo coloca en una posición contraria. Viene a mi mente Julio Hernández López, columnista de La Jornada.

El autor de “Astillero” afirma que las medidas contra la epidemia fueron exageradas intencionalmente por el gobierno federal, “en función de sus necesidades de legitimación y de sus cálculos electorales y políticos”. Para Hernández López, los riesgos de la influenza fueron tardíamente detectados por una administración que “mantiene en el abandono” el curso de los asuntos públicos.

Al final, esta teoría agrega elementos de juicio a los lectores, televidentes y radioescuchas que prefieren un punto de vista sobre otro. Es también una herramienta básica para una sociedad que requiere, urgentemente, de consumir en forma cada vez más inteligente el contenido de los medios de comunicación.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Cruzada por los votos

Para infortunio de un electorado justificadamente apático, iniciaron las campañas políticas rumbo a las próximas elecciones. A la promesa (anunciada por regla y omitida por costumbre) de renunciar a la descalificación e impulsar propuestas "de altura" se agrega un elemento adicional: la necesidad de innovar los mensajes transmitidos en los medios de comunicación.

La obsolescencia de las viejas estrategias es evidente, aún más de aquellas cuyo producto final está destinado irremediablemente a convertirse en basura. Modificar el contenido de las campañas y replantear las tácticas de la retórica electoral son acciones prioritarias para motivar al ciudadano abstencionista y combatir la indiferencia rampante. La tendencia actual amenaza con restar legitimidad y aprobación a una generación de funcionarios electos por una mayoría en las urnas que -comparada con el grueso del padrón- es minoritaria en las calles.

Nunca antes en la historia de la democracia mexicana, el “factor Internet” había sido tan influyente en la conformación de la opinión pública. Contrario a las recientes hipótesis que asocian el interés de los políticos en la Web a la epidemia de influenza humana y sus restricciones sociales, este fenómeno surge naturalmente por el crecimiento exponencial en el número de usuarios.

Nadie con el mínimo conocimiento de cómo funcionan las redes sociales en Internet y los medios alternativos como los blogs, puede menospreciar su alcance. Sin embargo, este complemento no exime a los estrategas políticos de refrescar sus habilidades en la construcción de otros mensajes, como los spots televisivos que -pese a la magnitud de su impacto- resultan fútiles si reproducen esquemas desgastados.

La imagen del “hombre común”, que implica una explosión de estereotipos encarnada por actores, ha sido utilizada hasta el cansancio. Los candidatos desean mostrarse como cercanos a la gente y, al mismo tiempo, insinuar que son apoyados por diversos sectores sociales y productivos. Así veremos a los supuestos obreros, amas de casa, médicos y jóvenes cuyo respaldo a un partido político se sobreentiende por su posición frente a una cámara.

Otra argucia es la construcción de mitos cuyo propósito es coyuntural y por ende inmediato. Un ejemplo clásico es “la nueva envoltura”: el acto de presentar como novedoso a un producto sobradamente conocido. Así veremos al político estrenando cualidades y al partido renovado por la experiencia. Todo esto, en el trágico olvido de que el mismo platillo se sirvió en la elección anterior.

¿Cómo esperar que el electorado renueve ánimos si está vacunado contra mensajes que en el pasado resultaron engañosos? El verdadero reto de la política en las próximas semanas será la difusión creativa y efectiva de sus propuestas. De lo contrario, será imposible ocultar que nada ha cambiado, al menos hasta las próximas elecciones...