miércoles, 27 de octubre de 2010

NarcoTV

Una exclusiva de “El Chapo News” conmociona a Chihuahua. El último episodio de NarcoTV acusa a la ex procuradora, Patricia González, de nexos con el Cártel de Juárez. El protagonista es su hermano, secuestrado la semana pasada y colocado frente a una cámara para ser interrogado. Según la acusada, fue grabado en un cubículo de los edificios diseñados para el nuevo sistema penal. Los productores y entrevistadores son paramilitares uniformados y con armas largas.

Pero eso no es todo, la saga tiene cinco capítulos más. Así lo informo en entrevista con Carmen Aristegui el periodista exiliado Jorge Luis Aguirre, director de LaPolaka.com, medio que difundió el primer video. Vía satélite desde Estados Unidos, Aguirre comentó que el grupo responsable del mensaje -presuntamente ligado al Cártel de Sinaloa- tiene preparados nuevos escándalos, aunque negó tenerlos en su poder.

“Es una venganza”, dice la ex procuradora. Patricia González argumentó que los afectados por su impecable labor justiciera quieren desprestigiarla. Dijo que los captores de su hermano son policías en activo y despedidos, y rechazó haber ordenado ejecuciones de periodistas y líderes comunitarios, como sugiere el interrogatorio. Por su parte, la PGR emitió un comunicado con la típica respuesta a los asuntos delicados: estamos investigando.

Las opiniones sobre el caso en los últimos días pueden clasificarse en dos categorías: legalistas y alarmistas. Las primeras descartan cualquier valor del video porque el declarante está encañonado y porque sus afirmaciones no tienen valor probatorio en un juicio. Las segundas, aprovecharon la revelación para extrapolar el tema y llevarlo a nivel de Estado. Según dicen, se evidencia su debilidad y la existencia de grupos insurgentes.

No comparto estos extremos. Pese al contexto, es un error minimizar las confesiones del hermano de la procuradora, aunque resulta exagerado el intento de tomarlas como prueba irrefutable de los males que aquejan a todo el país. No obstante, el episodio permite reflexionar sobre la forma y no sólo sobre el fondo.

La guerra por las “plazas” en México lleva meses librándose en el frente comunicativo. Preocupa que el crimen organizado se haya convertido en un proveedor frecuente de contenidos para los medios. En la medida en que se transmitan, continuarán llegando a las redacciones o apareciendo en Internet. En mi opinión, la obligación de informar no exime de la responsabilidad que en última instancia conlleva la publicación de mensajes diseñados por narcotraficantes.

Es cierto que la agenda periodística es manipulable, que los medios están ahí para reproducir lo noticioso, sea lo que sea. Sin embargo, cuando se abren espacios al narcotráfico existe el riesgo de que la prensa termine controlada por criminales. Sin un debate al interior de los medios, lo que irónicamente llamo NarcoTV o “El Chapo News” llegó para quedarse. La delincuencia seguirá tomando carreteras, municipios, estados, noticieros y primeras planas...

miércoles, 20 de octubre de 2010

Reformitis

El ciudadano promedio no tiene opiniones políticas. En la mayoría de los casos, sea por apatía o desinterés, sus juicios sobre la realidad del país y del mundo pueden rastrearse con un control remoto. En ese sentido, el papel de los líderes de opinión es un factor clave en la construcción de percepciones y asociaciones conceptuales que inciden directamente en el ejercicio de la ciudadanía.

Por eso indigna que los comunicadores no se informen antes de opinar. Las caras de la noticia comentan desde su experiencia, prejuicios y tendencias, pero no siempre desde el conocimiento pleno del asunto que abordan. Muchos lo hacen a partir del resumen elaborado por sus redacciones, sin tomarse la molestia de estudiar a fondo el tema. Como si consignar los hechos sin aderezarlos o interpretarlos fuera un pecado televisivo.

Un ejemplo reciente es la iniciativa en materia de fuero militar, enviada el lunes al Senado por el presidente Felipe Calderón. El texto contempla la intervención de tribunales civiles cuando los militares incurran en alguno de los siguientes delitos: desaparición forzada, tortura o violación. En la lógica de los analistas profesionales -que además se ha implantado en buena parte de la población- reforma es igual a progreso. Las reformas siempre son "necesarias", incluso "insuficientes", pero nunca indeseables.

Esta reformitis implica la celebración casi automática de cualquier intento de modificación legal que parezca un avance. Nadie quiere parecer retrógrado, a menos que se trate de la defensa ideológica de posiciones morales cuyo desvanecimiento ponga en riesgo la existencia del grupo de pertenencia. Cuando el concepto de identidad no está en juego, cualquier cambio es bueno.

Sin embargo, un juicio automático y casi cultural es insuficiente para quienes ocupan el lugar privilegiado entre la información y la audiencia. ¿Por qué nadie cuestionó que la reforma de Calderón no incluya el homicidio? ¿No es la muerte de civiles inocentes el mayor escándalo del Ejército en esta "guerra contra el narcotráfico"?

El vocero de Seguridad Nacional, Alejandro Poiré, aclaró el martes en Los Pinos que -fuera de los delitos señalados en la iniciativa- la jurisdicción militar debe mantenerse para conservar la disciplina. ¿Cómo? ¿Si el homicidio fuera juzgado por autoridades civiles los militares se volverían rebeldes? Poiré lo insinúa.

Además, ¿desde cuando los tribunales civiles infunden esperanza? Entiendo la crítica a la justicia militar y la posibilidad de que sólo exista para ocultar a la sociedad las atrocidades del Ejército, pero insisto, ¿por qué es motivo de celebración que las Fuerzas Armadas sean enjuiciadas por instancias que han probado su incapacidad con el resto de los ciudadanos?

A nadie se le ocurrió una crítica tan elemental. Sólo hubo bienvenidas a la iniciativa de Calderón, como si garantizara la protección a los derechos humanos e impulsara la justicia en el país. Cuando en realidad es una modificación cosmética para acallar voces del extranjero y negociar la aprobación de la reforma política. Por eso es peligroso repetir opiniones, especialmente cuando la fuente original no se molestó en pensar.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Salinas y el olvido

Una de las figuras más oscuras de la historia reciente de México se pasea tranquilamente entre sus contemporáneos. El ex presidente Carlos Salinas de Gortari participó como orador en el “Foro de la Democracia Latinoamericana”, invitado por del Instituto Federal Electoral en su vigésimo aniversario.

Contrario a lo que pudiera pensarse, la seguridad de Salinas es discreta. El martes pasado no hubo revisiones en el acceso al Palacio de Minería en el Distrito Federal y sólo un par de guardaespaldas lo seguían. Ni manifestaciones, ni gritos, ni rechiflas… nada. Si Salinas es una figura polémica para los mexicanos, lo es sólo a nivel mental. Teniéndolo enfrente hasta le aplauden.

El ex presidente aprovechó su turno para comentar una diversidad de temas: desde los mineros chilenos, pasando por la desaparición de Diego Fernández de Cevallos, hasta la posibilidad de que el PRI regrese a Los Pinos en 2012. Según él, la principal garantía de la democracia es la institucionalidad y no la alternancia. En su lógica, el PRI no debió perder la presidencia de la República para evidenciar el avance democrático en México.

Salinas se mostró reticente a las dudas del público. La moderadora le pidió una autocrítica honesta a su gestión como jefe del Ejecutivo y él respondió que fue un error no haber institucionalizado el programa “Solidaridad”. Ella le insistió y Salinas la evadió prometiéndole una copia de su libro. Los demás cuestionamientos se los llevó en papel.

Luego de autografiar un par de ejemplares y aceptar fotografías con algunos invitados, salió del recinto rodeado de cámaras y micrófonos, en medio de un tumulto y sin dar declaraciones a la prensa. Los reporteros lo cuestionaban sobre Peña Nieto, López Obrador y la estrategia de seguridad del gobierno federal.

¿Por qué Carlos Salinas puede sonreír en público? La respuesta tiene dos dimensiones: la personal y la social. La primera es cinismo puro. La segunda es una mezcla entre olvido, ignorancia y cobardía. Él vive tranquilo con sus corruptelas. Lo que preocupa es que hayan desaparecido de la memoria colectiva. Aún peor es que, incluso desde el vívido recuerdo, se permita el autoelogio del villano sin protesta alguna.

La desvergüenza no sorprende. Pareciera una cualidad intrínseca de la clase política del país. En sus tiempos, Salinas gozó los beneficios de la suma entre discurso y carisma. Sin embargo, la alternancia que tanto critica fue para muchos la mejor vacuna contra la incongruencia. Entonces, ¿por qué nadie lo increpa? ¿No deberían complicarle la vida en cada rincón del país?

El problema de fondo es la insensibilización social, producto del bombardeo de ignominias en el país. Son tantas las tragedias y las injusticias, tan cuantiosos los saqueos y los abusos, que –en el mejor de los casos- la indignación se justifica y se mantiene con el paso del tiempo, pero sus razones son reemplazadas casi inmediatamente por nuevos hechos, fenómenos o personajes.

Los infames, sinvergüenzas, ladrones y traidores lo saben. Por eso Salinas y compañía pueden vivir tranquilos.