lunes, 28 de febrero de 2011

Calderolandia

No es lo mismo Calderolandia que México. Una cosa es el país real que sufre hambre, injusticias, corrupción y violencia. Algo muy diferente es lo que algunos secretarios de Estado ven por su ventana o a través del cristal polarizado de una camioneta blindada.

Las criaturas que habitan Calderolandia comparten algunas características: no tienen problemas porque el erario se los resuelve, son panistas o amigos de Felipe Calderón y su personalidad es gris. Un subordinado no debe opacar a un superior y el presidente no es particularmente carismático.

Ahí tenemos a Javier Lozano, Genaro García Luna, Arturo Chávez Chávez, Heriberto Félix Guerra y Ernesto Cordero. Este último nos regaló la joya declarativa de la semana. Lo había hecho antes, cuando dijo que su paquete económico para el 2011 incluía todo, hasta la posibilidad de bajar impuestos.

Al secretario de Hacienda le gusta recular. Aquella vez lo hizo jugando a la mala memoria: “No, no, no. Hay ahí una confusión, yo nunca dije que había posibilidades de bajar impuestos”. Tres horas después de su comentario original, dijo que era “irresponsable” debilitar las finanzas públicas.

Su desliz de esta semana consistió en afirmar que los mexicanos somos tan exigentes que no notamos la recuperación de nuestra economía. El funcionario consideró que 6 mil pesos mensuales son suficientes para tener casa, automóvil y hasta pagar colegiaturas de escuelas privadas. Suponemos que la lista de milagros incluye la manutención de una familia e implícitamente el pago de impuestos.

Mentir sobre porcentajes y macroeconomía es sencillo porque pocos pueden refutarlo. En este caso el secretario se atrevió a hablar de lo que millones saben pero él no. Su declaración evidencia un desconocimiento absoluto de la situación real del país, el poder adquisitivo de la población y el impacto de la inflación en los bolsillos.

En un intento de frenar la lluvia de críticas, Cordero trató de orientar su comentario en otra dirección: “En ningún momento dije que se podía vivir holgadamente con 6 mil pesos, al revés, era un reconocimiento a las familias mexicanas que con 6 mil pesos hacen milagros para hacer rendir su ingreso”. ¡Vaya reconocimiento!

La estrategia de control de daños no le funcionó. Las reacciones brotaron desde todos los frentes, especialmente desde las redes sociales y la clase política. Las piñatas están para pegarles. De lo que se dijo, me quedo con el sarcasmo de Carlos Ramírez Marín, presidente de la Cámara de Diputados:

“Esto de los seis mil pesos es una expresión que es real, pero le faltó un pedazo. Usted recibe sus seis mil pesos y va a una tienda, previa visita de Harry Potter, a comprar una varita mágica, entonces sí le alcanza para un coche, para una escuela, para otro coche si quiere”.

¡Puro ilusionismo calderonista! Y los que sí hacen magia le parecen “exigentes” a Cordero. Los verdaderos magos son los mexicanos que sobreviven con lo mínimo o viven en zona de guerra. Pero en Calderolandia son optimistas y tienen excusas para todo. Ya lo dijo el presidente: hay municipios mexicanos más seguros que ciudades europeas.

Tal parece que las declaraciones fantasiosas se multiplicarán hacia el final del sexenio.

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