En la política existen los intereses, no las coincidencias. Las relaciones entre medios de comunicación y partidos políticos no son la excepción. Que alguna de las partes sostenga públicamente lo contrario es una invitación a la risa, a menos que se diga con la seriedad suficiente para convertir el acto en un imán de sospechas.
¿Qué le dijo Demetrio Sodi a Televisa? “Tratemos como párvulos a los mexicanos”. La naturaleza del diálogo puede inferirse con las declaraciones del candidato panista a la delegación Miguel Hidalgo, quien casualmente fue entrevistado durante la transmisión del partido Pumas-Puebla el pasado fin de semana.
Al minuto cuarenta, la narración se suspendió para dar paso a un comentarista que dijo: “Dando la vuelta por los palcos, nos encontramos a Don Demetrio Sodi, ¿qué haciendo por aquí?, ¿le gusta el fútbol o qué?”. El engaño alcanzó su clímax cuando, posteriormente, el político aseguró que el episodio se trató de “una coincidencia muy feliz”.
Entonces los periodistas -aguafiestas naturales de la clase política- se preguntaron cuánto costaría aparecer en las semi-finales del fútbol mexicano y si esto podría constituir una violación a las disposiciones electorales que prohíben la adquisición de espacios en radio y televisión a los partidos políticos. La alegría de Sodi “El Inocente” estaba condenada a frustrarse.
El candidato tuvo que recular y buscó nuevas ideas en el acervo de sus excusas infantiles. Abandonó la versión del suertudo que “andaba por ahí” y admitió que la entrevista fue pactada con Televisa, aunque negó haber pagado por ella. Argumentó que inicialmente sería cronista invitado y que sólo aprovechaba sus “relaciones y amistades” con los medios.
A la contradicción se sumó el cinismo, como si la televisora regalara tiempo en lugar de venderlo, como si no existieran los intereses empresariales, como si fuera normal escuchar a candidatos en los partidos de fútbol, como si “Don” Demetrio Sodi fuera una autoridad deportiva cuya presencia en un estadio no debería ignorarse. Vaya, como si el acto no resultara al menos sospechoso.
Preocupa la forma en que ciudadanos que pretenden ocupar un cargo de elección popular se aproximan a los límites de lo legal para promocionarse y violan el espíritu de las leyes, escudándose en su ambigüedad. Desesperados, los partidos políticos que aprobaron la reforma electoral actúan ahora como si se tratara de una imposición arbitraria.
¿De qué sirven las reglas si no previenen las conductas que pretendían evitar? ¿Por qué elegir a un político que en campaña transgredió descaradamente la equidad del proceso y apostó a un electorado primitivo con sus coartadas? ¿Porque se burló de los cuestionamientos diciendo que él nada más “metió gol”? ¿Porque salió en el fútbol? Sólo la indignación y la denuncia evitarán que la “buena voluntad” y las “concidencias felices” sigan invadiendo las pantallas.
¿Qué le dijo Demetrio Sodi a Televisa? “Tratemos como párvulos a los mexicanos”. La naturaleza del diálogo puede inferirse con las declaraciones del candidato panista a la delegación Miguel Hidalgo, quien casualmente fue entrevistado durante la transmisión del partido Pumas-Puebla el pasado fin de semana.
Al minuto cuarenta, la narración se suspendió para dar paso a un comentarista que dijo: “Dando la vuelta por los palcos, nos encontramos a Don Demetrio Sodi, ¿qué haciendo por aquí?, ¿le gusta el fútbol o qué?”. El engaño alcanzó su clímax cuando, posteriormente, el político aseguró que el episodio se trató de “una coincidencia muy feliz”.
Entonces los periodistas -aguafiestas naturales de la clase política- se preguntaron cuánto costaría aparecer en las semi-finales del fútbol mexicano y si esto podría constituir una violación a las disposiciones electorales que prohíben la adquisición de espacios en radio y televisión a los partidos políticos. La alegría de Sodi “El Inocente” estaba condenada a frustrarse.
El candidato tuvo que recular y buscó nuevas ideas en el acervo de sus excusas infantiles. Abandonó la versión del suertudo que “andaba por ahí” y admitió que la entrevista fue pactada con Televisa, aunque negó haber pagado por ella. Argumentó que inicialmente sería cronista invitado y que sólo aprovechaba sus “relaciones y amistades” con los medios.
A la contradicción se sumó el cinismo, como si la televisora regalara tiempo en lugar de venderlo, como si no existieran los intereses empresariales, como si fuera normal escuchar a candidatos en los partidos de fútbol, como si “Don” Demetrio Sodi fuera una autoridad deportiva cuya presencia en un estadio no debería ignorarse. Vaya, como si el acto no resultara al menos sospechoso.
Preocupa la forma en que ciudadanos que pretenden ocupar un cargo de elección popular se aproximan a los límites de lo legal para promocionarse y violan el espíritu de las leyes, escudándose en su ambigüedad. Desesperados, los partidos políticos que aprobaron la reforma electoral actúan ahora como si se tratara de una imposición arbitraria.
¿De qué sirven las reglas si no previenen las conductas que pretendían evitar? ¿Por qué elegir a un político que en campaña transgredió descaradamente la equidad del proceso y apostó a un electorado primitivo con sus coartadas? ¿Porque se burló de los cuestionamientos diciendo que él nada más “metió gol”? ¿Porque salió en el fútbol? Sólo la indignación y la denuncia evitarán que la “buena voluntad” y las “concidencias felices” sigan invadiendo las pantallas.
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