¡Qué rápido se indigna la sociedad con nimiedades! ¡Qué difícil que reaccione igual ante temas de verdadera trascendencia! El fenómeno mediático y social que generó la agresión al futbolista Salvador Cabañas está sobredimensionado. Tanto que no puede ignorarse como caso de análisis, aunque me avergüence otorgarle importancia.
Vacunándome contra los apasionados, aclaro que mis juicios sobre el tema no incluyen el desempeño deportivo del personaje en cuestión. No niego sus logros en la cancha o su vocación de ídolo; critico la exageración de los medios, la rumorología patente en la cobertura, el ajusticiamiento televisivo.
El noticiero conducido por Adela Micha en Galavisión fue pieza clave en el desarrollo de la historia. Desde el lunes 15 de enero, la emisión destacó el tema con un presumible abanico de géneros informativos: la cronología de los hechos, múltiples enlaces en vivo, el perfil del jugador, contexto, antecedentes y reacciones.
Y al día siguiente –agárrense Chapoy, Origel y compañía- “Las noticias por Adela” se convirtió en un programa de espectáculos. La transfiguración fue evidente cuando la conductora recibió vía telefónica y con cierta gravedad a “La Chiva”.
“¿A quién?”, se pregunta uno. No vaya a ser alguna personalidad efímera, algún ex participante de reality show. Pues sí, “usted la recuerda” dice Micha, quien aprovechó su contacto con la ganadora de “Big Brother 2” para obtener la estremecedora exclusiva: el agresor de Cabañas es el padre del hijo de “La Chiva”. ¡Lo que nos faltaba!
La revelación se sumó a los datos difundidos la noche anterior por el procurador capitalino, Miguel Ángel Mancera, quien se estrenó como narrador de videos de borrachos. Auxiliado por Joaquín López-Dóriga, el funcionario describió la secuencia captada por las cámaras de seguridad del bar donde sucedieron los hechos.
Las figuras televisivas suelen envalentonarse cuando los daños están calculados. Así sucedió con López-Dóriga quien exigió a Mancera la detención de los culpables. El conductor del noticiero estelar de Televisa sentenció: “Hay un clamor, usted lo sabe, basta ya de impunidad”.
Eso debió decirle a su entrevistado anterior, el gobernador de Tamaulipas, Eugenio Hernández, quien se presentó con motivo de la campaña “Estrellas del Bicentenario” para presumir las maravillas naturales de su estado y hablar de lo que llamó “el verdadero Tamaulipas”. Ni mencionar el primer lugar en corrupción educativa o los más de 250 mil campesinos en pobreza extrema…
En el México real, gente armada entra a los bares y sale despreocupada luego de jalar el gatillo, sí. Lamentablemente, la lista de ignominias en el país es tan larga que eclipsarla con el ataque a una figura pública es franca y abierta desinformación.
Millones de mexicanos viven tan disociados de la realidad que sólo reaccionan ante escándalos deportivos o del espectáculo (y finales de telenovela). Haití es caso aparte, y aunque la cobertura se justifique, quitó espacio a los temas nacionales.
Si en un día normal, por motivos de tiempo, la televisión se ve obligada a ignorar decenas de noticias, las últimas semanas han sido un infortunio periodístico. Si imaginamos el volumen de los datos que se omitieron por centrar la atención en Haití y luego en Salvador Cabañas, y agregamos a la imagen el aderezo patriótico del Bicentenario, intuiremos las dimensiones de una miseria informativa que a nadie preocupa.
Vacunándome contra los apasionados, aclaro que mis juicios sobre el tema no incluyen el desempeño deportivo del personaje en cuestión. No niego sus logros en la cancha o su vocación de ídolo; critico la exageración de los medios, la rumorología patente en la cobertura, el ajusticiamiento televisivo.
El noticiero conducido por Adela Micha en Galavisión fue pieza clave en el desarrollo de la historia. Desde el lunes 15 de enero, la emisión destacó el tema con un presumible abanico de géneros informativos: la cronología de los hechos, múltiples enlaces en vivo, el perfil del jugador, contexto, antecedentes y reacciones.
Y al día siguiente –agárrense Chapoy, Origel y compañía- “Las noticias por Adela” se convirtió en un programa de espectáculos. La transfiguración fue evidente cuando la conductora recibió vía telefónica y con cierta gravedad a “La Chiva”.
“¿A quién?”, se pregunta uno. No vaya a ser alguna personalidad efímera, algún ex participante de reality show. Pues sí, “usted la recuerda” dice Micha, quien aprovechó su contacto con la ganadora de “Big Brother 2” para obtener la estremecedora exclusiva: el agresor de Cabañas es el padre del hijo de “La Chiva”. ¡Lo que nos faltaba!
La revelación se sumó a los datos difundidos la noche anterior por el procurador capitalino, Miguel Ángel Mancera, quien se estrenó como narrador de videos de borrachos. Auxiliado por Joaquín López-Dóriga, el funcionario describió la secuencia captada por las cámaras de seguridad del bar donde sucedieron los hechos.
Las figuras televisivas suelen envalentonarse cuando los daños están calculados. Así sucedió con López-Dóriga quien exigió a Mancera la detención de los culpables. El conductor del noticiero estelar de Televisa sentenció: “Hay un clamor, usted lo sabe, basta ya de impunidad”.
Eso debió decirle a su entrevistado anterior, el gobernador de Tamaulipas, Eugenio Hernández, quien se presentó con motivo de la campaña “Estrellas del Bicentenario” para presumir las maravillas naturales de su estado y hablar de lo que llamó “el verdadero Tamaulipas”. Ni mencionar el primer lugar en corrupción educativa o los más de 250 mil campesinos en pobreza extrema…
En el México real, gente armada entra a los bares y sale despreocupada luego de jalar el gatillo, sí. Lamentablemente, la lista de ignominias en el país es tan larga que eclipsarla con el ataque a una figura pública es franca y abierta desinformación.
Millones de mexicanos viven tan disociados de la realidad que sólo reaccionan ante escándalos deportivos o del espectáculo (y finales de telenovela). Haití es caso aparte, y aunque la cobertura se justifique, quitó espacio a los temas nacionales.
Si en un día normal, por motivos de tiempo, la televisión se ve obligada a ignorar decenas de noticias, las últimas semanas han sido un infortunio periodístico. Si imaginamos el volumen de los datos que se omitieron por centrar la atención en Haití y luego en Salvador Cabañas, y agregamos a la imagen el aderezo patriótico del Bicentenario, intuiremos las dimensiones de una miseria informativa que a nadie preocupa.
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