Mirar, casi sin querer, la escena del crimen. Observar las paredes manchadas, los pasillos cubiertos de sangre, los envases vacíos del refresco para la fiesta. Imaginar el sufrimiento de quienes, sin deberla ni temerla, fueron asesinados.
Enterarse que eran jóvenes, estudiantes, que celebraban un cumpleaños y un éxito deportivo. Ver cómo la cifra de muertos asciende a 18 y se suma a las centenas de ejecuciones en el norte del país. Escuchar que en Chihuahua es la quinta masacre en los últimos dos años.
Preguntar, ¿y ahora qué?, ¿balaceras en guarderías?, ¿militares en las fiestas? Enojarse, exigir justicia. ¿Exigir?, ¿a quién?, ¿justicia? Oír a un comandante de la Policía Federal admitir que los sicarios burlaron sus patrullajes y sus filtros. Pensar: “Qué cinismo”.
Conocer, horas después, a un personaje que agrega signos de exclamación a la frase: José Francisco Javier Landero Gutiérrez, diputado federal del PAN. Perturbarse cuando el señor dice en el Congreso que si los jóvenes masacrados en Juárez estuvieran vivos para escuchar el debate sobre la seguridad en la frontera “les gustaría volverse a morir”.
Indignarse, desesperarse. ¡Qué cinismo! Escandalizarse cuando el torpe y ruin legislador agrega que “tal vez ya están mejor en otro lugar”. Cuestionar: ¿Tal vez?, ¿en otro lugar?, ¿en cuál? Concluir que las ofensas ya no sorprenden pero igual molestan.
Leer las reacciones del presidente Calderón desde Tokio. Enterarse que pretende “fortalecer” el esquema de seguridad en Juárez. Seguir preguntando: ¿No se había anunciado la retirada del Ejército?, ¿de qué sirve la “guerra contra el narcotráfico”?, ¿sostendrá el gobierno su discurso triunfalista?
Reírse. Recordar que las adicciones y la salud pública están fuera de la ecuación, que se trata de una estrategia de legitimación, de un negocio redondo. Acordarse de aquella máxima periodística que ordena “seguir el dinero” para encontrar la corrupción.
Confirmar que empresas estadounidenses son las principales beneficiarias de esta “guerra”. Bell, Dyncorp, Cessna, Harris y North Rop Grumman Corporation, publica El Universal. Saber que una investigación a fondo sería escandalosa. Lamentar que nunca tendría consecuencias legales.
Invocar a Carl Schmitt. Descubrir que el politólogo alemán estaba en lo correcto cuando decía que la política se reduce a la distinción entre amigos y enemigos. Recordar que, según Schmitt, los enemigos son necesarios para conservar la propia identidad y que su aniquilación es también la nuestra.
Reconocer que el país está ensangrentado por una guerra no sólo fallida sino inútil, como todas. Condenar la hipocresía: queremos paz pero aplaudimos la violencia si nos convencen con propaganda de que es necesaria. Reflexionar sobre el miedo como mecanismo de control.
Decir la verdad: Felipe Calderón necesita al narcotráfico para llamarse valiente. Denunciar: si las pretensiones de erradicar al “enemigo” fueran reales, ya se le habría asfixiado. Mostrar que la prohibición sólo incentiva al mercado negro y a las mafias, que el antagonismo es una fachada.
Sentir impotencia, rabia. Volver a las imágenes de la masacre. Entender que las culpas rebasan a los sicarios, que los jóvenes no merecían una muerte trágica. Apelar a la conciencia social. Deprimirse…
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