Acartonada, predecible y fallida. Así fue la primera emisión de Iniciativa México, reality show que se legitima con instituciones académicas y es impulsado por los principales medios de comunicación en el país con el apoyo del gobierno federal.
El producto final no estuvo a la altura de las expectativas generadas por su intensa campaña publicitaria. Acertamos quienes anticipamos que el proyecto sería una patética mezcla entre el Teletón, La Academia y Bailando por un sueño.
Durante casi 3 meses, los televidentes fuimos bombardeados con spots de Iniciativa México en los cortes comerciales y los noticieros estelares. Los mensajes comenzaron con Javier Aguirre y terminaron con Salma Hayek. En ese tiempo prevaleció un discurso motivacional burdo, gastado y con tintes nacionalistas. Abundaron los llamados a la unidad y a la esperanza en un futuro mejor.
El programa del domingo fue conducido por Sergio Sarmiento y Carlos Loret de Mola. Un personaje gris en pantalla y un comunicador más cercano a la teatralidad que al periodismo, respectivamente. La rigidez del guión acentuó la artificialidad del programa.
¿Quiénes son los protagonistas de Iniciativa México? Filántropos que buscan exposición pública y el premio final de 2 millones de pesos. Los perfiles de los participantes en la primera emisión iban desde una mujer cuya felicidad consiste en que los enfermos terminales mueran en paz, hasta una monja extranjera que vive en una cárcel en Tijuana por su propia voluntad.
Los conductores se dedicaron a insistir en la seriedad del programa y a reiterar hasta el cansancio los números telefónicos para que la audiencia votara; lo mismo que harían Alan Tacher y Adal Ramones. Iniciativa México es un espectáculo televisivo y ya. ¿Por qué empeñarse en negarlo? ¿Por qué presentarlo como un esfuerzo social e histórico?
El papel más sucio lo juegan la Universidad Nacional Autónoma de México, el Instituto Politécnico Nacional y el Tecnológico de Monterrey. Este reality show duele porque las universidades de mayor prestigio se montaron en un fraude y participan abiertamente en la crisis de credibilidad de las instituciones en el país. Todo esto lo avala el gobierno y lo aplauden los intelectuales.
Iniciativa México es el ejemplo perfecto de la simulación convertida en parodia. El concurso mezcla lo falso con lo serio, el desprestigio con la confianza, y premia a ciudadanos que se benefician personalmente de las omisiones del Estado. Es además una burla al altruismo.
¿2 millones de pesos al ganador? Si lo de ayudar a México fuera en serio, los medios de comunicación aportarían mucho más que el costo de un par de comerciales. El problema de fondo es la defensa casi religiosa de la caridad en nuestra cultura. ¡Cómo si fuera inmoral criticar los “goles por la educación” de Televisa! Cuando queda claro que es un asunto de imagen, de mínimo esfuerzo, de simple mercadotecnia.
Iniciativa México continuará sus transmisiones durante varias semanas. Su éxito está garantizado por una audiencia irreflexiva que sigue creyendo en todo tipo de engaños. Retomo lo que escribí hace unas semanas: “Con tantas instituciones y personas apoyando un fraude como Iniciativa México, el país pronto entrará en una fase de incredulidad total”.