miércoles, 11 de agosto de 2010

Los federales en Juárez

El colmo de un gobierno que abusa de las soluciones policíacas es perder el control de su policía. Si en México los problemas sociales de toda índole se resuelven con la fuerza pública y si la administración en turno decidió que el tema del sexenio sería su lucha por la seguridad, no hay peor escándalo que la corrupción al interior de corporaciones federales.

Este fin de semana estuve en Ciudad Juárez para dar seguimiento a la rebelión de elementos de la Policía Federal contra sus mandos. Fue la nota del fin de semana: cerca de 300 uniformados se amotinaron el sábado en un hotel del que sacaron a golpes a uno de sus comandantes y lo acusaron –junto a tres jefes más– de exigirles cuotas y vincularse con el crimen organizado.

La Secretaría de Seguridad Pública informó que los cuatro acusados habían sido relevados de su cargo y que serían investigados por la PGR. Según la dependencia, los elementos inconformes seguirían patrullando las calles de Juárez, aunque hubo versiones sobre su traslado al Distrito Federal. Finalmente la Policía aceptó que un “grupo de personas instigadoras” fue segregado por insubordinación. No precisó el número.

Esto es gravísimo. Ciudad Juárez sigue siendo la capital de la violencia en el país, aunque las fuerzas federales llegaran ahí en abril del 2008 como parte del “Operativo Conjunto Chihuahua”. La desconfianza en las corporaciones locales y su ineficacia eran parte de la argumentación. Desconfianza e ineficacia. Estos temas ya alcanzaron a la Policía Federal, principal responsable de la estrategia de seguridad tras el retiro paulatino del Ejército.

Juárez es la sombra de aquel municipio vibrante que fue: casas abandonadas, negocios cerrados y el temor de miles de familias que prefieren quedarse en casa. Los retenes han disminuido desde la explosión del coche bomba hace unas semanas, pero agentes federales continúan recorriendo las vialidades con sus armas largas.

Me sorprendió descubrir que muchos juarenses prefieren el regreso del Ejército. ¡La militarización parcial de un territorio es más noble que los federales! La Policía Federal no ha sido precisamente ejemplar, la población lo sostiene y los hechos del sábado lo comprueban. Algún día le cambiarán de nombre.

El tema es incómodo para la secretaría encabezada por Genaro García Luna. ¿Cómo apagarlo en los medios? Negar y fabricar: las artimañas favoritas de las oficinas de Comunicación Social. Bloquear las peticiones de información y luego distraer a la prensa con algo. ¡Qué mejor que un impresionante operativo sin resultados en Bosques de las Lomas!

El gobierno federal ofrece un espectáculo policiaco en una zona acaudalada del Distrito Federal a cambio de opacar un asunto que le incomoda. Ese fue el trueque implícito con los medios nacionales. Lo de Juárez se estaba investigando y escaseaban los datos. El problema en México es que las investigaciones inician o continúan pero casi nunca concluyen. Al menos mediáticamente.

Ese jaloneo entre el gobierno y los medios abre una brecha: la desinformación. ¿Por qué? Porque una noticia irrelevante pero vistosa puede quitarle atención a otra de verdadera importancia. En esa batalla permanente entre ocultar e informar, entre la negligencia de unos y el oficio de otros, la sociedad pierde. Si no, pregúntenle a los juarenses.

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