La derrota de la “Prop 19” es una victoria para sus impulsores y simpatizantes. Aunque el resultado del plebiscito sea una batalla perdida, la guerra continúa. La legalización de la marihuana en California perdió en las urnas pero ganó adeptos. Los perdedores tienen razón cuando afirman que el debate publico fue su triunfo: un tema vetado pasó de pronto al primer plano.
Así que todos felices: los que apoyan la prohibición, los que rechazan el consumo de drogas y los que se legitiman o enriquecen con estrategias policíacas. Pero también quienes pugnan por la libertad de elección, por eliminar mercados negros, o simplemente quienes la consumen y no son criminales. Todos celebran la votación en California.
Los primeros análisis sobre el referéndum arrojan dos hipótesis. Los medios estadounidenses señalaron que el electorado tenía dudas sobre la legalización. Por ejemplo, ¿qué sucedería con las líneas de distribución controladas por cárteles y sicarios? La prensa mencionó la posibilidad de un “sabor amargo” en Los Ángeles, ciudad donde la hierba se vende a la menor provocación y donde una “mayoría silenciosa” habría manifestado su disgusto. La marihuana se volvió electoral.
Los comicios del martes en Estados Unidos afectaron a México. El hervidero de opiniones sacudió momentáneamente la argumentación de la “guerra contra el narcotráfico” en nuestro país. ¿Cómo explicar el matadero cuando a unos kilómetros la producen y venden tranquilamente? ¿Por qué recetan allá lo que aquí cuesta la libertad o la vida? Las reacciones de la clase política fueron un acto de supervivencia.
Vicente Fox se volvió activista cannábico, pero el presidente en turno piensa diferente. Fox defendió la "Prop 19" porque critica la guerra que inició su sucesor, y Calderón lo regañó públicamente por no haber actuado a tiempo. El gobierno federal aseguró que una medida “local y unilateral” no frenaría la violencia en México. Otros, como el secretario de Gobierno en Nuevo León, plantearon la necesidad de un “cambio de juego”.
Sin duda estas reacciones tuvieron impacto en la opinión pública, aunque a diferencia de Estados Unidos, aquí no se puede celebrar la simple existencia de un debate. La discusión de ideas no puede considerarse un triunfo, mientras no haya voluntad de llegar a conclusiones y actuar en consecuencia.
Allá el debate funciona porque la democracia se reafirma ocasionalmente para seguir pareciendo ejemplar, en México carece de sentido porque la posición oficial simula apertura pero es intransigente. Ahí están los “Diálogos por la seguridad” y la bienvenida del presidente Calderón a un debate que desacredita de origen.
Vendrá el 2012 y los activistas pro marihuana impulsarán nuevamente su causa en Estados Unidos. Eventualmente se aprobará y llegará el momento de replantear lo que ocurre al sur de su frontera. Mientras tanto, se avanzó en la lucha contra los estereotipos y los prejuicios. Quizá dentro de unos años sea evidente que la prohibición y las armas sólo agravaron un problema que podía controlarse con regulación, salud e información. Que así sea.
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