La pena de muerte está en coma. El tema que súbitamente ingresó a la discusión pública a finales del año pasado está prácticamente ausente de la agenda nacional. Esta semana se informó que los foros de consulta programados para febrero fueron pospuestos a finales de marzo. Coahuila, el estado pionero, podría ser la sede.
Para entonces, el resurgimiento del debate dependerá de dos factores: la jerarquización de la violencia en los medios informativos y la ausencia de algún escándalo con tintes políticos. Una percepción positiva de la pena capital pasa necesariamente por la prensa. Los mejores aliados de la propuesta son, en realidad, algunos comunicadores.
Es el caso de Pedro Ferriz de Con, locutor radiofónico de extraña aceptación entre el público. Basta recordar su reacción ante la identificación del cadáver de Silvia Vargas Escalera el pasado 12 de diciembre. En ese momento, sus palabras lo retrataron como un posible transgresor de la ley. Sólo así puede llamársele a un ciudadano que abiertamente desprecia las normas vigentes.
Ferriz de Con olvidó que estaba siendo escuchado por miles de personas y con toda contundencia aseveró que “mataría” a los secuestradores, que no esperaría la aceptación de la pena de muerte, que “extralegalmente” les quitaría la vida. Parece mentira, pero tales afirmaciones fueron transmitidas y escuchadas en muchos rincones del país.
Resulta incongruente que se promueva el mismo hecho que se condena: el asesinato. Ante la escalada de violencia y la indignación fundamentada, ningún “informador” debería confundir su micrófono con una guillotina.
Aunque las encuestas difundidas hace unos días registraron un apoyo mayoritario a la propuesta del Partido Verde, el oportunismo de Ferriz ignoró, al menos, al poder Legislativo y al Judicial. Sus afirmaciones -sustentadas en verdaderas convicciones o en simple demagogia- lo convierten instantáneamente en irresponsable y agitador.
Y como él, otros. Son la muerte y compañía.
Erróneamente, los conductores de radio y televisión han creído durante años que su opinión es importante. Los juicios personales ocupan un lugar en los géneros periodísticos pero no deben adornar la información. Desafortunadamente, la confusa mezcla siempre se justifica. La disculpa suele decir: “Usted tiene la última palabra”.
La pena de muerte es capitalizable en tiempos electorales y aunque el “coma” es una realidad, el Partido Verde seguirá tocando puertas. Habrá que monitorear la evolución o la desaparición del tema. Si esto último sucede, sabremos que las prioridades de los medios han cambiado.
Para entonces, el resurgimiento del debate dependerá de dos factores: la jerarquización de la violencia en los medios informativos y la ausencia de algún escándalo con tintes políticos. Una percepción positiva de la pena capital pasa necesariamente por la prensa. Los mejores aliados de la propuesta son, en realidad, algunos comunicadores.
Es el caso de Pedro Ferriz de Con, locutor radiofónico de extraña aceptación entre el público. Basta recordar su reacción ante la identificación del cadáver de Silvia Vargas Escalera el pasado 12 de diciembre. En ese momento, sus palabras lo retrataron como un posible transgresor de la ley. Sólo así puede llamársele a un ciudadano que abiertamente desprecia las normas vigentes.
Ferriz de Con olvidó que estaba siendo escuchado por miles de personas y con toda contundencia aseveró que “mataría” a los secuestradores, que no esperaría la aceptación de la pena de muerte, que “extralegalmente” les quitaría la vida. Parece mentira, pero tales afirmaciones fueron transmitidas y escuchadas en muchos rincones del país.
Resulta incongruente que se promueva el mismo hecho que se condena: el asesinato. Ante la escalada de violencia y la indignación fundamentada, ningún “informador” debería confundir su micrófono con una guillotina.
Aunque las encuestas difundidas hace unos días registraron un apoyo mayoritario a la propuesta del Partido Verde, el oportunismo de Ferriz ignoró, al menos, al poder Legislativo y al Judicial. Sus afirmaciones -sustentadas en verdaderas convicciones o en simple demagogia- lo convierten instantáneamente en irresponsable y agitador.
Y como él, otros. Son la muerte y compañía.
Erróneamente, los conductores de radio y televisión han creído durante años que su opinión es importante. Los juicios personales ocupan un lugar en los géneros periodísticos pero no deben adornar la información. Desafortunadamente, la confusa mezcla siempre se justifica. La disculpa suele decir: “Usted tiene la última palabra”.
La pena de muerte es capitalizable en tiempos electorales y aunque el “coma” es una realidad, el Partido Verde seguirá tocando puertas. Habrá que monitorear la evolución o la desaparición del tema. Si esto último sucede, sabremos que las prioridades de los medios han cambiado.
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