sábado, 28 de febrero de 2009

TVCalderón

Lo que el IFE se llevó, Calderón lo regresó. La dramática disminución de ingresos que representó la reforma electoral para las televisoras, se convirtió en un incesante pataleo que sacudió la tranquilidad de Los Pinos. El gobierno federal no podía perder a su mejor amiga, la televisión. Y aunque la consolación llegó tarde, es contundente: (en épocas de crisis económica) se pretende duplicar el gasto de publicidad en los medios.

La información publicada por el periódico Reforma señala que la partida destinada a servicios de Comunicación Social y Publicidad de las dependencias federales, dispondrá de mil 791 millones de pesos. Esta cantidad es dos veces lo presupuestado para ese rubro el año pasado. La cifra es también cercana al “ahorro” de mil 912 millones que se proyectó tras la reducción del presupuesto a los partidos políticos, organizaciones ahora dependientes de los tiempos oficiales y de la cooperación democrática de los concesionarios.

El Estado utiliza inicialmente sus 48 minutos diarios en las estaciones de radio y televisión, pero siendo el IFE único administrador de ese beneficio durante las campañas políticas, las dependencias pagarán por sus spots en una clara compensación a las pérdidas millonarias que pusieron a temblar la relación mutuamente conveniente entre el presidente y las televisoras.

Los medios de comunicación fueron vitales desde el principio. Las denuncias de un fraude electoral provocaron que Calderón aceptara su cargo en condiciones inéditas: la ceremonia del relevo presidencial se adelantó, ocurrió a medianoche y se transmitió en cadena nacional. Cuando el extraño ritual en la pantalla mostraba a quien fuera el candidato del PAN recibiendo la bandera que le entregaba un cadete del Colegio Militar, quedó claro que el Ejército y la televisión serían los pilares de un gobierno que requería legitimarse socialmente.

Y así es. Calderón es un presidente en guerra y en la tele. ¿Qué sería de su imagen pública si Televisa no borrara digitalmente las pancartas contra él en los actos públicos? ¿Si diera entrevistas? ¿Si se permitiera cuestionarlo? ¿Si lejos de seleccionar los momentos más brillantes de un discurso que no escribió, la prensa abriera sus espacios al libre flujo de su genialidad?

Viene a mi mente un cartón publicado en la revista Proceso, en el número inmediato a la celebración de la Independencia en septiembre pasado. La imagen era del balcón principal en Palacio Nacional, una televisión ocupaba el lugar del presidente y en la pantalla, pequeño como suelen dibujarlo, Calderón daba el grito. La reconciliación será costosa e incluso forzada, sostienen algunos.

En un foro organizado por la Universidad Iberoamericana Puebla el lunes pasado, el periodista Jenaro Villamil sugirió que las televisoras tendrían en su poder grabaciones relacionadas al caso Mouriño que servirían en la negociación. Y aún descartando el chantaje, nos queda la presión. En todo caso, el célebre “apego a derecho” está de vacaciones.

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