El olvido y el desinterés son las apuestas actuales de la cobertura noticiosa a la extinción decretada de Luz y Fuerza del Centro, un ejemplo más de la distorsión mediática de un suceso de alto impacto y trascendencia.
Un acontecimiento clave para juzgar el sexenio de Felipe Calderón terminará desterrado de la agenda informativa. Su importancia será progresivamente disuelta en la trivialidad inherente a los distractores que surgen de la obligación remunerada de los medios oficialistas en su intento de minimizar incomodidades a la administración en turno.
El fenómeno del “olvido mediático” demuestra, según la investigadora española Ainara Larrondo, la incapacidad de los medios y de los profesionistas que los integran para llevar a cabo una configuración informacional con base en los parámetros éticos del Periodismo. “La pérdida de interés informativo no hace desaparecer el problema, puesto que las causas y los efectos de esos hechos se alargan en el tiempo”, escribe Larrondo.
La irresponsabilidad de los medios sugerida por estas consideraciones teóricas alcanza niveles insultantes cuando más elementos, como los factores de interés periodístico, se agregan al análisis. Este concepto engloba las posibles respuestas a la pregunta “¿Por qué las noticias son noticia?”. Algunas son: por la actualidad, la proximidad o la magnitud de los hechos, la existencia de un conflicto o la expectación del público.
Aunque estos filtros sean desconocidos para la mayoría de los lectores, radioescuchas o televidentes, son la razón detrás de la jerarquización informativa que reciben en forma de “noticias”. El 2 de abril de 2005 es una fecha que ejemplifica este hecho. Ese día se registró un histórico empalme informativo: la agonía del papa Juan Pablo II y la procedencia del desafuero al entonces jefe de gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador.
Mientras se creía que la muerte del jerarca católico podía ocurrir en cualquier momento, las aguas de la política nacional se revolvían con la posibilidad de que un aspirante a la presidencia perdiera su lugar en la contienda electoral. La prensa justificó con factores de interés la desición válida de opacar momentáneamente alguno de los temas. Para las televisoras, la “magnitud” del fallecimiento del papa superó la “proximidad” de un conflicto político.
Considerando todo lo anterior, sostengo que la cobertura televisiva del caso de Luz y Fuerza ha sido parcial, irresponsable e insultante. Parcial porque la Secretaría de Gobernación escribe con sus comunicados el guión leído por los informadores, irresponsable porque niega el seguimiento a un tema de interés nacional, e insultante porque prefiere transmitir un minuto de aplausos al presidente de la República o establecer como nota principal el atropellamiento de una bebé con todo y carreola en el metro de Australia.
Vivimos en tiempos donde la “responsabilidad social” de los medios se define exclusivamente en términos de su propio beneficio. Ni la ética ni las nociones básicas de la práctica periodística se manifiestan. ¿La “alabanza al gobernante” es un factor de interés noticioso o propagandístico? ¿Por qué los aplausos a Calderón son significativos para el país? ¿Cómo explicar que un incidente en Australia ocupe los primeros minutos de un noticiero de información nacional? El cierre de una paraestatal y los inicios de una crisis social insinúan la respuesta.
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