miércoles, 18 de noviembre de 2009

Ciberprotesta

Atestiguamos el inicio de la ciberprotesta en México. Lo que ocurrió esta semana con las páginas Web de algunos partidos políticos, gobiernos estatales y periódicos digitales fue producto de la unión circunstancial entre un medio de comunicación de creciente influencia y las causas que no encuentran desahogo en el ejercicio del poder público.

En lugar de la página original, el navegador abría un mensaje firmado por hackers. Predominaban los colores negro y rojo. En la parte superior de la pantalla destacaba la imagen de una bandera mexicana con la leyenda “Viva México cabrones”. El texto hablaba a nombre del pueblo y en plural reclamaba a los “gobernantes” por su corrupción, cinismo, abuso de autoridad y demás desviaciones.

Comparto las demandas, entre ellas, el cese de la violencia y la necesidad de considerar más propuestas ciudadanas. Los autores promovieron la participación de los cibernautas, quienes también opinaron. Proliferaron los insultos a diputados, los reclamos por la pobreza, las muestras de solidaridad y la celebración de lo que alguien calificó como “sitios vulnerables”.

La expresión de inconformidades en la Red tiene un antecedente exitoso. Recientemente, a través de Twitter (y con la venia de la prensa) un movimiento social consiguió reunirse con legisladores federales y eliminar el impuesto a Internet propuesto por el Ejecutivo federal. Los intentos previos en otros asuntos habían terminado en anécdota, por ejemplo, la de 400 avatares de Second Life que se unieron a las manifestaciones contra la inseguridad en la capital del país.

Si el ciberespacio se midiera en metros cuadrados y además se escriturara, la protesta del lunes sería delictuosa. Sin embargo, la invasión momentánea de sitios de Internet parece superar los alcances de una legislatura caracterizada por su atraso y lentitud. Para estupor de las leyes mexicanas, la Red no es sólo un medio más para la comisión de delitos sino un mundo aparte que merece atención.

Omitiendo las consideraciones anteriores y aceptando que el acto ofende, es decir, desde la crítica automática y compartida, el daño no existe. La necesidad tampoco. Es tan vasta la capacidad de la Red y tan amplia su diversidad temática, que resulta innecesaria la apropiación de espacios que podrían crearse gratuita y libremente en otros dominios. No obstante, la conquista temporal y virtual que nos ocupa atribuye la visibilidad a sus métodos.

Detrás de la exigencia hay frustración, detrás de la frustración ineficacia. Aunque por su naturaleza el Estado se imponga, no puede negarse al diálogo. Si se presume en el discurso debe exigirse en los hechos. Si no, las propuestas razonadas y a veces razonables terminan ignoradas, cual cháchara minoritaria en la discusión simulada de una decisión consumada.

En lo real y en lo virtual, la sociedad buscará solucionar sus problemas, difundir prioridades. El ciclo de protestas que continúa en México -y que inaugura su faceta en línea- culminará en reformas y cambios. Si los reclamos llegan a oídos sordos, la frustración encontrará nuevos canales y tarde o temprano se convertirá en violencia. Este mal no surge sin impotencia y eso lo entiende el gobierno federal.

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