Mientras los mexicanos cruzaban el umbral de un fin de semana largo y se ocupaban gustosos de sus tradiciones, se gestaba desde el Poder Legislativo un alza de impuestos, un golpe más al bienestar de los “representados”.
En ese momento, los pormenores de la infamia eran conocidos por pocos, incluyendo a quienes seguimos la discusión en el Canal del Congreso. Para una inmensa mayoría, las noticias llegarían después. Quienes ignoraban el hecho confiarían nuevamente en la televisión, su medio predilecto.
Las Fiestas de Muertos habían finalizado y lo “milenario” de la tradición fue más importante que lo “inmediato” de la información. Sólo este criterio explica que el noticiero de Joaquín López-Dóriga en Televisa fuera dedicado el lunes 2 de noviembre a la “magia” y la “diversión” del folclor mexicano.
Tardíamente, llegada la hora en que las Fiestas de Muertos parecían ser el acontecimiento periodístico del día y que gran parte de la audiencia estaba (al menos) adormilada, se transmitió la crónica.
Si Televisa dijo la verdad, no hay de qué preocuparse: el debate en el Senado se redujo a una discusión entre el perredista Carlos Navarrete y el panista Gustavo Madero. No hubo controversias en San Lázaro, los diputados se veían tranquilos en sus curules. Las bancadas del PRI y el PAN no fueron acusadas de proteger intereses económicos en detrimento de la economía popular. Una maravilla, casi nada.
Todo lo contrario. La falsedad e irresponsabilidad de la información indigna tanto como el cinismo de los legisladores que salieron a decir que “pudo ser peor”. Total, los mexicanos somos cobardes y de memoria corta. ¿Quién va a exigirle al PAN la “Acción Responsable” que ofreció en campaña? ¿Quién recordará que “Primero tu economía” era un compromiso del PRI?
Es posible que la facilidad para exprimir al país con la complicidad de los medios alcance extremos insospechados. Las ambiciones de la clase política son verdaderamente inagotables. La situación imperante lo demuestra. Como si la violencia, la crisis económica y el desempleo fueran poco, parece que sólo empeorarán. ¿ “Por el bien de México”? ¿Por el bien de quien?
Un aumento en los gravámenes es indefendible. Castigar al salario y al consumo es la mejor forma de expandir la miseria en tiempos de escasez. En Alemania lo saben y hace unas semanas acordaron reducir los impuestos en 24 mil millones de euros para fomentar el crecimiento. Siguiendo las comparaciones, descubriríamos que mientras el Internet de banda ancha es un derecho constitucional en Finlandia, los legisladores mexicanos pretendían gravarlo con un 3 por ciento.
Y se excusan a través de los medios: que si para ayudar a los pobres, que si el boquete fiscal, que es un mal necesario, que el paquete fiscal es “responsable y patriota”. El engaño es evidente. El Ejecutivo federal sigue parloteando sobre austeridad mientras la Oficina de la Presidencia solicita un aumento del 98 por ciento en su gasto para 2010, según publicó ayer el periódico Reforma.
La indignación es uno de los principales motores del Periodismo, y a través de él debería expandirse. Urgen cambios de fondo. Es común escuchar que un estallido social se acerca y a menos que “las instituciones” recuperen la cordura, el augurio podría consumarse.
En ese momento, los pormenores de la infamia eran conocidos por pocos, incluyendo a quienes seguimos la discusión en el Canal del Congreso. Para una inmensa mayoría, las noticias llegarían después. Quienes ignoraban el hecho confiarían nuevamente en la televisión, su medio predilecto.
Las Fiestas de Muertos habían finalizado y lo “milenario” de la tradición fue más importante que lo “inmediato” de la información. Sólo este criterio explica que el noticiero de Joaquín López-Dóriga en Televisa fuera dedicado el lunes 2 de noviembre a la “magia” y la “diversión” del folclor mexicano.
Tardíamente, llegada la hora en que las Fiestas de Muertos parecían ser el acontecimiento periodístico del día y que gran parte de la audiencia estaba (al menos) adormilada, se transmitió la crónica.
Si Televisa dijo la verdad, no hay de qué preocuparse: el debate en el Senado se redujo a una discusión entre el perredista Carlos Navarrete y el panista Gustavo Madero. No hubo controversias en San Lázaro, los diputados se veían tranquilos en sus curules. Las bancadas del PRI y el PAN no fueron acusadas de proteger intereses económicos en detrimento de la economía popular. Una maravilla, casi nada.
Todo lo contrario. La falsedad e irresponsabilidad de la información indigna tanto como el cinismo de los legisladores que salieron a decir que “pudo ser peor”. Total, los mexicanos somos cobardes y de memoria corta. ¿Quién va a exigirle al PAN la “Acción Responsable” que ofreció en campaña? ¿Quién recordará que “Primero tu economía” era un compromiso del PRI?
Es posible que la facilidad para exprimir al país con la complicidad de los medios alcance extremos insospechados. Las ambiciones de la clase política son verdaderamente inagotables. La situación imperante lo demuestra. Como si la violencia, la crisis económica y el desempleo fueran poco, parece que sólo empeorarán. ¿ “Por el bien de México”? ¿Por el bien de quien?
Un aumento en los gravámenes es indefendible. Castigar al salario y al consumo es la mejor forma de expandir la miseria en tiempos de escasez. En Alemania lo saben y hace unas semanas acordaron reducir los impuestos en 24 mil millones de euros para fomentar el crecimiento. Siguiendo las comparaciones, descubriríamos que mientras el Internet de banda ancha es un derecho constitucional en Finlandia, los legisladores mexicanos pretendían gravarlo con un 3 por ciento.
Y se excusan a través de los medios: que si para ayudar a los pobres, que si el boquete fiscal, que es un mal necesario, que el paquete fiscal es “responsable y patriota”. El engaño es evidente. El Ejecutivo federal sigue parloteando sobre austeridad mientras la Oficina de la Presidencia solicita un aumento del 98 por ciento en su gasto para 2010, según publicó ayer el periódico Reforma.
La indignación es uno de los principales motores del Periodismo, y a través de él debería expandirse. Urgen cambios de fondo. Es común escuchar que un estallido social se acerca y a menos que “las instituciones” recuperen la cordura, el augurio podría consumarse.
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