miércoles, 9 de diciembre de 2009

Sobre el Premio Nacional de Periodismo

El Club de Periodistas de México me distinguió este martes con el Premio Nacional de Periodismo 2009, honor compartido con comunicadores como Eva Golinger, Carmen Aristegui, Ana Lilia Pérez y académicos como Noam Chomsky, Lorenzo Meyer y John M. Ackerman.

El reconocimiento en la categoría de “Trabajo Periodístico Universitario” también lo recibió Juan Manuel Ramírez, colega en la realización del blog Notas UDLA, un proyecto de periodismo digital en la Universidad de las Américas Puebla. Este medio surgió como una propuesta multimedia ante el vacío informativo generado por la censura al semanario estudiantil “La Catarina”.

El jurado calificador, que evaluó 7 mil 281 trabajos, destacó en sus razones el “trabajo impecable” que evidenció la forma en que el rector Luis Ernesto Derbez antepone sus intereses a los de la comunidad universitaria, “vulnerando también los derechos humanos, laborales y académicos.”

La ocasión nos permitió hacer pública una reflexión sobre el estado del periodismo universitario en México, una práctica en peligro de extinción. Lo anterior –amplío ahora- se debe a la escasez de programas académicos que lo impulsen y a la inconveniencia que su práctica representa para las instituciones educativas.

Los medios estudiantiles de línea editorial independiente son cada vez menos. En su lugar, se distribuyen periódicos editados por las oficinas de Prensa con claras intenciones propagandísticas y aparentemente nadie nota la diferencia.

En este contexto, la vocación periodística de muchos jóvenes se desperdicia en la difusión de logros y “buenas noticias”. La investigación, la crítica y la incomodidad inherentes a un ejercicio informativo digno quedan fuera de la ecuación.

Luego, la versión complaciente y distorsionada del periodismo termina implantándose en la mente de los universitarios que, una vez fuera, están listos para reproducir boletines, ocultar datos y mendigar la aprobación de la autoridad en turno.

Hacer lo contrario representa un riesgo, dentro y fuera un campus. Los estudiantes son acusados de abaratar su título y los ciudadanos de despreciar a la Patria. La incomprensión y el reproche son la constante.

Ese riesgo acompaña la labor de muchos, que es el derecho de todos. La información ya no puede negarse, aunque siga ocultándose. En México el reto es mayúsculo pues impera la corrupción. Por eso, los motivos de un periodista en este país sólo se entienden –como escribí en la primera entrega de esta columna- desde “la peligrosa ignorancia o la verdadera vocación”.

Muchos han quedado en el camino. “Periodistas y más periodistas masacrados. Los muertos gritan y la justicia calla”, dijo en la ceremonia del martes Celeste Sáenz de Miera, secretaria general del Club de Periodistas. “Todo pasa y nada pasa”, reclamó.

Carmen Aristegui –quien recibió el premio en la categoría de “Entrevista”- comentó: “La impunidad es precisamente uno de los rasgos más trágicos de esta nuestra difícil transición a la democracia mexicana, si es que eso existe ya en estos momentos del país”.

El reconocimiento honra y compromete. Haberlo recibido se transformará en un recordatorio permanente de las cualidades deseables en mi labor periodística. El desafío apenas inicia y lo mejor está por venir.

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