El optimismo fingido se detecta a kilómetros. Héctor Osuna, presidente de la Comisión Federal de Telecomunicaciones, compareció el martes ante diputados federales. Y aunque admitió deficiencias en el Registro Nacional de Usuarios de Telefonía Móvil (Renaut), consideró que el vaso está “medio lleno”.
“Leyendas urbanas”. Así calificó Osuna las versiones periodísticas que circularon sobre los miles de ciudadanos que registraron su línea con nombres de políticos y empresarios como Felipe Calderón o Carlos Slim. El presidente de la Cofetel aceptó que la estrategia de difusión fue tardía y que la base de datos está lejos de ser confiable y completa.
El funcionario negó que el Renaut haya fracasado. Por el contrario, lo declaró un éxito argumentando que no podía ser perfecto. Al escuchar esto, ¿sentirán tranquilidad los más de 65 millones de ciudadanos que cumplieron con el trámite para evitar la cancelación de su número? ¿La retórica de las autoridades convencerá a alguien?
La prensa ha hecho su trabajo. La Jornada reportó que el contador de líneas inscritas en el portal de la Cofetel no representa una cifra real, sino el resultado de un algoritmo que responde a la fecha fijada en la computadora de quien lo consulta. Para conseguir más del 100 por ciento es necesario adelantar el calendario.
El Universal provocó dolores de cabeza con su primera plana del lunes. Si en el barrio de Tepito pueden conseguirse los datos personales de millones de mexicanos con 12 mil dólares, ¿existe la posibilidad de que la información asociada a los celulares registrados termine también en el mercado negro?
Aún si creyéramos que los archivos del Renaut están protegidos celosamente por la Secretaría de Gobernación y que sólo se comparten con autoridades judiciales, no podemos ignorar que –en mayor o menor medida- todas las procuradurías del país están infiltradas por el crimen organizado. Negarlo es una ingenuidad que ni el gobierno federal se permite.
Aquí se vislumbra la verdadera tragedia del Renaut. Lo que sería un freno a las extorsiones telefónicas terminó siendo lo contrario: un incentivo, una tentación. Un celular registrado representa además un peligro para su portador: con él pueden cometerse crímenes a su nombre. ¿O en serio alguien pensó que los delincuentes se darían de alta cuando pueden robar?
Ni hablar de la privacidad. Por ley, las empresas telefónicas deben anotar el origen y el destino de cualquier comunicación. También guardan la hora y la posición geográfica de los involucrados. Este sistema de marcaje personal es el espionaje perfecto: el costo lo absorbe la víctima y siente que lo hace por su bien.
El presidente de la Cofetel es una pieza más del engranaje burocrático que funciona desde el cinismo. La desvergüenza de este personaje pareciera un requisito de los puestos de alto nivel. Quienes los ocupan –irónicamente- se hacen llamar “servidores públicos” por simple conveniencia personal.
El Renaut se agrega a la lista de ignominias en México. Aquí no pasa nada mientras el discurso oficial se mantenga optimista. Desgraciadamente, la sociedad continuará perdiendo espacios si sigue creyendo los argumentos absurdos que justifican la desaparición paulatina de sus libertades.
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