Sigo sin leer o escuchar comentarios que justifiquen la “Ley Antiinmigrante” en Arizona. Los argumentos a favor sobran en los Estados Unidos pero no existen aquí. Pareciera que la pluralidad política e ideológica en México desapareció momentáneamente y que todas las voces condenan la “vergüenza mundial” del vecino del norte.
Las figuras públicas en nuestro país saben que es un buen momento para llamar la atención. Nada les emociona más. Subirse a la agenda mediática es fácil en estos días. El método es simple y consiste en aprovechar los micrófonos al alcance para adjetivar abundantemente la legislación que permitirá revisar los documentos migratorios de cualquier persona “sospechosa”.
El criterio de selección es un tema sensible. Los críticos dicen que ahora la policía tendrá la excusa perfecta para molestar y en su caso arrestar a quienes no sean güeros de ojo claro, incluidos los mexicanos. Entonces, concluyen los críticos, esto comprueba que la ley es racista y por lo tanto retrógrada. Además de aberrante.
Tanto estupor parece excesivo. La criminalización de los inmigrantes en Estados Unidos no inició ayer. Los defensores de las minorías olvidan que el choque cultural lleva tanto tiempo ocurriendo que el “criterio racial” en realidad afectará a la mayoría. Incluso a quienes aplauden la medida porque no entienden que es imposible detener el fenómeno.
¿Qué pasará si la ley SB 1070 entra en vigor? Deportarán a muchos, algunos regresarán y muchos más se seguirán yendo. Así ocurrirá pese a los perros, los muros, los detectores de calor, las patrullas, los agentes abusivos, los republicanos con rifles y las condiciones extremas del clima. Con todo esto, las leyes son lo de menos. Entonces, ¿por qué tanto alboroto?
Porque es un roce de Patrias: la ligera colisión entre dos soberanías. Un momento que invita a retomar la exitosa fórmula narrativa de “ellos contra nosotros”. ‘Allá afuera hay gente mala que nos odia’. Como los chinos que expulsaron a todos los mexicanos durante la epidemia de influenza porcina y después humana. ¡Racistas! ¡Qué culpa tenían los paisanos de que la epidemia comenzara en Veracruz!
La rivalidad entre México y Estados Unidos tiene raíces profundas. Alguna vez escuché a un historiador graduado en Harvard decir que los mexicanos no han superado el trauma de haber sido víctimas del mayor despojo territorial en la historia de la humanidad. El antagonismo es cultural, independientemente de las razones, pero es más fuerte aquí que allá. Por eso el caso Arizona es atractivo.
Señoras y señores, enciendan su televisión y observen a las instituciones mexicanas victimizarse mundialmente por una legislación local que afectará a muchas otras nacionalidades, incluida la estadounidense. No justifico la medida, critico la forma en que se ha exagerado en los medios. Tanto que “tirar” la ley será interpretado como una victoria cuando, en el fondo, nada habrá cambiado. El triunfo, aunque se conceda, no representa un verdadero avance.
El tema de fondo -el verdaderamente urgente- es la reforma migratoria. La indignación inducida está mal canalizada. Se desgastará luchando contra una ley en Arizona cuando podría estar presionando en Washington. Mientras tanto, los inmigrantes seguirán moviendo la economía de dos países que no les ofrecen las mínimas condiciones laborales ni se atreven a darles el lugar que merecen en su lista de prioridades…
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