miércoles, 28 de julio de 2010
Guerra de videos
miércoles, 21 de julio de 2010
Pare de sufrir
¡Interrumpan el fetichismo religioso! ¡Abran paso a las autoridades electas! El desfile de testimonios conducido por pastores brasileños que capitalizan la miseria de sus televidentes se convirtió en un programa de entrevista política. El mandatario priísta encontró un espacio cómodo para presumir los apoyos a los afectados por el huracán “Alex”.
¿Qué hacía el gobernador Medina en una emisión financiada por “mantos sagrados” y amuletos de Israel? Legitimarse. Peor aún: legitimarse con timadores. El acto muestra desesperación y no es para menos. Las afectaciones en Nuevo León han rebasado la capacidad del gobierno estatal. Medios nacionales han reportado la ira de los damnificados contra Rodrigo Medina, quien ha cancelado varios recorridos en la entidad. De ahí la conveniencia del púlpito virtual.
La Iglesia Universal del Reino de Dios surgió en Brasil el año 1977. Especialistas en sectas han advertido que su finalidad primordial es recaudatoria, aunque sus fieles sean atraídos con promesas de abundancia económica. Su estrategia mediática consiste en la transmisión de programas grabados en distintas televisoras y países.
Sobre la organización pesan acusaciones judiciales de lavado de dinero y conspiración, investigaciones periodísticas sobre el fraude de los diezmos y la prohibición del gobierno de Bélgica a lo que considera un “culto peligroso”.
En la historia de los llamados “nuevos movimientos religiosos”, el proceso de legitimación pasa por el reconocimiento de los gurús o líderes por parte de autoridades formales y no al revés. Un caso relevante fue el maestro espiritual del guitarrista Carlos Santana, Sri Chinmoy, quien adquirió notoriedad internacional luego de tomarse la foto con la princesa Diana, Nelson Mandela y Mikhail Gorbachev.
Por todo esto, la aparición del gobernador de Nuevo León en “Pare de sufrir” sorprende y preocupa. Revela la impotencia de un político ante los reclamos justos de sus gobernados y expone la complicidad del poder formal con la dictadura espiritual que continúa saqueando a los creyentes en cualquiera de sus manifestaciones. Una relación milenaria con nuevos instrumentos: los medios electrónicos de comunicación.
Habrá quienes argumenten que el culto brasileño efectivamente envió toneladas de alimento. Basta recordar que los oportunistas abundan después de cualquier catástrofe y que no por eso merecen reconocimiento. El tema no es la ayuda sino la falta de ella. La intención del acto es legitimarse -ganar adeptos o perder opositores- mediante la exhibición de cualidades humanitarias en la televisión.
La estrategia se repetirá mientras sea efectiva. Toca a los consumidores de medios analizar estos momentos. Cuando la pantalla muestre a un grupo de personas bondadosas que asisten a otras en desgracia, cabe preguntar: ¿quién es el mayor beneficiado? Casi siempre, la respuesta favorece a los donantes.
miércoles, 14 de julio de 2010
SME: El episodio final
Contra todo pronóstico, el tema de la extinción de Luz y Fuerza del Centro se mantiene en los medios. Han pasado 9 meses desde que
El seguimiento periodístico inició con las marchas multitudinarias en el Distrito Federal. Poco a poco, el Sindicato Mexicano de Electricistas perdió su músculo en las calles. Aunque las consignas que presumían la fuerza de la organización se repetían, era evidente la diminución de manifestantes en las marchas. Paralelamente, el Gobierno Federal anunciaba las liquidaciones voluntarias de miles de ex trabajadores. El caso parecía cerrado.
La estrategia del SME fue exitosa. Aunque en ese momento el sindicato libraba una batalla en el terreno legal, no perdió de vista la necesidad de conservar la atención de los medios. Este factor es decisivo para cualquier causa. En ese sentido, la huelga de hambre en el Zócalo le dio oxígeno al movimiento. Nadie puede ignorar a un grupo de personas que atenta contra su integridad física para defender sus convicciones.
Los electricistas también reclamaron espacios frente a las principales televisoras. La acusación generalizada de un “cerco informativo” fue un error, pues alcanzó a los medios que –pese a todo- continuaron con la cobertura. En el campamento del SME cualquier reportero recibe trato de mentiroso a menos que trabaje para
Muchos ex trabajadores creyeron que el decreto de extinción era ilegal. Por eso la determinación de
El próximo capítulo de la saga está relacionado con un tema poco destacado por la prensa: el de los créditos para vivienda. Resulta que los trabajadores de Luz y Fuerza pagaban su casa sin intereses de ningún tipo y conservan su deuda aunque hayan perdido su empleo. Sin los descuentos ofrecidos por Lozano, pronto habría miles de familias desalojadas en el centro del país. “¡Que lo intenten!”, responde el vocero del SME.
¿La “decisión del sexenio” terminará convirtiéndose en el “tema del sexenio”? ¿Compartirá créditos con la guerra contra el narcotráfico? ¿Qué será de los electricistas sin el apoyo social que dilapidan con sus bloqueos? ¿El Gobierno Federal cumplirá sus amenazas? ¿Morirá de hambre algún electricista? ¿Todos abandonarán la huelga como ha sucedido hasta ahora? ¿En qué medida se permitirá al desquiciamiento de la capital? Las respuestas llegarán en los próximos meses.
El episodio final se escribirá pronto. Aquí no hay buenos o malos, ni nadie a quien irle: ni a una mafia extrañamente victimizada, ni a un gobierno que privilegia a la clase obrera sólo en el discurso. El monopolio de la fuerza tiene ventaja.
Al final sólo queda preguntarse: ¿qué dirá
miércoles, 7 de julio de 2010
El mito de la alternancia
En un país como México, la alegría de un electorado que se siente capaz de cambiar los colores del partido en el poder es efímera e ingenua. Aún más cuando las diferencias ideológicas de los institutos políticos se han desvanecido a la vista de todos. Se dice, por ejemplo, que el PRI fue derrotado en Puebla y Sinaloa, cuando en realidad los próximos gobernadores son ex priístas cobijados por una serie de partidos que al unirse atentan contra la razón de su existencia.
Se ha comprobado hasta el hartazgo que las promesas de un gobierno “diferente” terminan con más de lo mismo. Únicamente se rota a hombres y mujeres en puestos estratégicos que siempre han sido y serán ocupados por personajes emanados de la misma clase política. Nadie pierde porque la oposición real no existe. Hasta los derrotados ganan: sus arreglos con los vencedores impedirán las investigaciones y las auditorías sobre las corruptelas en su administración. Cambian los nombres pero el saqueo continúa.
Es cierto que los pronósticos fallaron este 4 de julio. Los encuestadores, analistas y demás futurólogos fracasados se ocupan del control de daños. Sus cifras y argumentos apuntaban a un triunfo avasallador del PRI en casi todos los estados. Por eso la jornada estuvo llena de sorpresas. Resulta que los especialistas no se equivocaron, sino que (léase con un tono de solemnidad patriótica) ‘la ciudadanía se volcó a las urnas y manifestó la contundencia de su poder’. Si lo creyera me conmovería.
El destino del país está determinado por fuerzas superiores al voto. El voto sólo le importa a quien lo emite, de eso se trata. Los candidatos se declaran ganadores ante la menor provocación o encuesta de salida. ¿Usted considera que su voto vale cuando -sin que lo hayan contado- observa a su próximo representante celebrando una victoria “irreversible”?
Los nuevos gobernadores la tienen fácil: sueldos extraordinariamente altos, permiso judicial para delinquir, poder absoluto sobre las instituciones y la prensa, un grupo de adoradores asalariados, la aprobación incondicional de al menos la mitad población, la posibilidad de perpetuarse en el poder a través de un sucesor y la plataforma ideal para llegar a Los Pinos. El mito de la alternancia les asegura estos privilegios. ¿Entonces a quién le conviene la “democracia”?
En seis años será lo mismo. ‘¡Cambio, cambio, cambio!’ Cambio por aquí y por allá, pero todos iguales como siempre. Los derrotados de hoy serán los vencedores de mañana. Con las mismas campañas y promesas, con la inagotable confianza de un electorado que no se cansa de creer que ésta, ahora sí, es la buena.