Resulta que Carmen Aristegui ignora los fundamentos del periodismo, que el gobierno no tiene injerencia en las decisiones de los medios y que estas empresas anteponen la ética a cualquier otro interés. Así de grande es la mentira que se ha fabricado para justificar la censura a una de las periodistas con mayor credibilidad en el país.
Esta semana dejó de escucharse, otra vez, la voz de Aristegui en la radio. La comunicadora se ha convertido en una coleccionista de agravios y difamaciones. Al sacarla del aire, MVS Radio informó que el viernes 4 de febrero Aristegui “dio por válida una presunción” y como se negó a una disculpa, tuvieron que finalizar su relación contractual.
Carmen no le debe una disculpa a nadie. A falta de precisión en el comunicado de la empresa, se ha especulado que el despido está relacionado con sus comentarios sobre la manta exhibida en el Congreso por el diputado Fernández Noroña: “¿Tu dejarías conducir a un borracho tu auto? ¿No, verdad? ¿Y porqué lo dejas conducir el país?”.
Fueron pocos los medios que reprodujeron o mostraron el mensaje de Noroña. Aristegui fue más allá: en su emisión del viernes omitió las críticas automáticas al circo legislativo para abundar en el análisis del texto. En ningún momento validó la denuncia, por el contrario, mantuvo su lenguaje en condicional y se limitó a pedir una postura formal de Los Pinos.
“¿Tiene o no, Felipe Calderón, problemas de alcoholismo?”, fue la pregunta final de su comentario editorial. “Por eso, lo que ayer pasó y por lo que en el clima de las redes sociales se puede percibir, con razón o sin ella, sí merecería una atención seria, una atención particular, sobre esta interrogante”. ¿Dónde está el rumor, la falta de ética?
Aristegui no satanizó el alcoholismo y mucho menos incapacitó a Felipe Calderón. Tampoco celebró la ocurrencia de Noroña. Nada. Simplemente hizo una pregunta. Y quisiéramos suponer que en la libertad de expresión que el presidente considera vital para la democracia hay espacio para cuestionar.
Quienes minimizan el caso ignoran la censura y recurren a la crítica personal y la lógica empresarial. La llaman “mártir”, “santurrona”, “loca”. Hay quien dice que “no era rentable”, que la empresa estaba en su derecho. Lo cierto es que su programa matutino era el de mayor audiencia y que MVS patrocinó la campaña “Más libre que nunca” al contratarla.
En todo caso, Carmen es menos libre que nunca. Cada vez se le cierran más puertas y el gremio periodístico no ha sido especialmente solidario. El peregrinaje que ha llevado a Aristegui de una frecuencia a otra, de un medio a otro, es el resultado de su búsqueda por una mayor libertad. Se le reducen las opciones, se le trata de asfixiar, pero ella sigue íntegra. Su público la seguirá a donde vaya.
El problema es la “ética” que censura, la interpretación conveniente de un código que no puede estar por encima de la Constitución. La facilidad con la que se acalla a un periodista en México es alarmante. Lo dijo Carmen, ayer miércoles, cuando finalmente habló sobre el tema: “Es algo que no se merece nadie, que nos daña a todos y que para lo único que va a servir es para el desahogo absurdo de un berrinche presidencial”.
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