El candidato perdedor sonríe mientras sus compañeros de partido le levantan los brazos para la foto. Los simpatizantes aplauden y celebran el montaje: él se declara ganador. Sabiendo que las tendencias no le favorecen, sostiene lo contrario. Cita algunas encuestas de salida y usa expresiones como “triunfo irreversible”. Esta patética escena se ha vuelto común en los procesos electorales y su personaje central puede ser cualquiera.
En Puebla podría llamarse Javier López Zavala, en Sinaloa Jesús Vizcarra y en Guerrero Manuel Añorve. Todos han hecho lo mismo. Justamente Añorve fue el último en completar el ciclo que inicia con la certeza de una victoria, sigue con los números adversos, el festejo simulado y el pataleo post electoral. Los ganadores lanzan odas a la democracia y los perdedores denuncian irregularidades. Las elecciones en México son tan predecibles como un carrusel de feria.
El domingo pasado, un ex priista arropado por los partidos de la izquierda y por el PAN ganó la gubernatura del estado de Guerrero. Su caso es idéntico al de Mario López Valdez en Sinaloa y Rafael Moreno Valle en Puebla. Lo de hoy es abandonar al PRI y colocarse una capa multicolor. Ángel Aguirre repitió la estrategia exitosa y consiguió más de trece puntos de ventaja con el apoyo de otros ex priistas camaleónicos como Marcelo Ebrard, jefe de gobierno del Distrito Federal.
“No nos falles”, le gritaban los guerrerenses durante el festejo en el zócalo de Acapulco. (Déjà vu. Eso le pedían miles a Vicente Fox el 2 de julio del 2000 en el Ángel de la Independencia.) Cambio, esperanza y alternancia son palabras que ya no tienen sentido ante una clase política que se recicla y cambia de color pero mantiene sus lealtades y conserva los métodos y privilegios.
Y todavía algunos analistas se preguntan qué pasará en los próximos comicios. La guerra sucia, las alianzas y los políticos saltarines son previsibles. Este fin de semana se entronará en Baja California Sur un ex perredista postulado por el PAN. Todo esto mientras en el estado de México se mueven las piezas para la alianza Todos Contra Peña. Y viene el 2012...
No niego que pese a la guerra sucia y la compra de votos exista la posibilidad de una decisión libre en la soledad de una mampara. Lo anti democrático es la conformación de la boleta que el votante tiene enfrente: los candidatos y coaliciones se definen al margen del electorado, a golpe de caprichos e intereses.
La democracia pierde y los ciudadanos también. Los únicos que ganan, aunque a veces sean derrotados, son los políticos reciclados. Ellos siguen ahí, prestándose a escenas patéticas y a dudosas coaliciones con tal de perpetuar su fuente de ingresos. Poder por el poder. Sin representatividad ni eficacia, sin congruencia. Lo mismo de siempre.
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