Imagine un país donde los periodistas se confunden con secuestradores y donde los funcionarios inexplicablemente millonarios pasan por "víctimas" de la delincuencia. Lo que desde el sentido común parecería un absurdo se materializó en la controversia protagonizada por el secretario de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna, el fin de semana pasado.
Todo inició cuando una investigación de la periodista Anabel Hernández reveló que el secretario tiene propiedades con un valor superior a los 27 millones de pesos, cifra incompatible con sus declaraciones patrimoniales de los últimos años. El medio electrónico “Reporte Indigo” difundió también imágenes de una casa de cuatro pisos que García Luna está construyendo en un fraccionamiento exclusivo del Distrito Federal.
Las reacciones a la información se dieron en dos frentes. Por un lado, la Policía Federal Preventiva se movilizó a custodiar las propiedades para evitar la presencia de los medios y por el otro, los periodistas decidieron que la historia era digna de atención.
Fue el caso de Rosendo Alejandro Flores y Juan Lorenzo Jaime de la Torre, reporteros de TVC, Televisión por Cable, quienes fueron enviados a grabar la mansión del funcionario y terminaron detenidos por intento de secuestro. Quince horas tardó su liberación, pese a identificarse plenamente como empleados de la televisora.
Lo peor del caso viene con la fabricación y el engaño. Aún sabiendo que eran periodistas, la dependencia federal informó a la prensa sobre la detención de presuntos secuestradores, quienes estaban grabando a la esposa e hija del secretario García Luna. Incluso, se dijo que podía tratarse de sicarios reclutados por el Cártel de Sinaloa para ejecutar a mandos policiales. Argumentos convincentes en épocas de miedo.
La historia inventada por la Secretaría de Seguridad Pública, la cortina de humo, caducó rápidamente. Su titular se vio obligado a admitir en varias entrevistas que los detenidos eran en realidad reporteros, aunque justificó la detención con un episodio similar que su familia habría sufrido en mayo del año pasado. El secretario-víctima pretendía restarle atención al millonario inexplicable.
Con estos acontecimientos queda claro que García Luna es experto en la fabricación de noticias, como lo hizo cuando fue director de la Agencia Federal de Investigaciones y pactó el montaje mediático que inició la controversia por la detención de la ciudadana francesa, Florence Cassez.
Al final, y como se ha vuelto costumbre, los temas de fondo son ignorados. En lugar de que el responsable de la seguridad en nuestro país aclare el origen de sus recursos y con eso detenga las especulaciones sobre sus posibles vínculos con el crimen organizado, surge la desinformación, la mentira.
La credibilidad de la “guerra contra el narcotráfico” podría estar en juego. Y a todo esto, ¿qué hace el presidente? Confía en sus muchachos...
Todo inició cuando una investigación de la periodista Anabel Hernández reveló que el secretario tiene propiedades con un valor superior a los 27 millones de pesos, cifra incompatible con sus declaraciones patrimoniales de los últimos años. El medio electrónico “Reporte Indigo” difundió también imágenes de una casa de cuatro pisos que García Luna está construyendo en un fraccionamiento exclusivo del Distrito Federal.
Las reacciones a la información se dieron en dos frentes. Por un lado, la Policía Federal Preventiva se movilizó a custodiar las propiedades para evitar la presencia de los medios y por el otro, los periodistas decidieron que la historia era digna de atención.
Fue el caso de Rosendo Alejandro Flores y Juan Lorenzo Jaime de la Torre, reporteros de TVC, Televisión por Cable, quienes fueron enviados a grabar la mansión del funcionario y terminaron detenidos por intento de secuestro. Quince horas tardó su liberación, pese a identificarse plenamente como empleados de la televisora.
Lo peor del caso viene con la fabricación y el engaño. Aún sabiendo que eran periodistas, la dependencia federal informó a la prensa sobre la detención de presuntos secuestradores, quienes estaban grabando a la esposa e hija del secretario García Luna. Incluso, se dijo que podía tratarse de sicarios reclutados por el Cártel de Sinaloa para ejecutar a mandos policiales. Argumentos convincentes en épocas de miedo.
La historia inventada por la Secretaría de Seguridad Pública, la cortina de humo, caducó rápidamente. Su titular se vio obligado a admitir en varias entrevistas que los detenidos eran en realidad reporteros, aunque justificó la detención con un episodio similar que su familia habría sufrido en mayo del año pasado. El secretario-víctima pretendía restarle atención al millonario inexplicable.
Con estos acontecimientos queda claro que García Luna es experto en la fabricación de noticias, como lo hizo cuando fue director de la Agencia Federal de Investigaciones y pactó el montaje mediático que inició la controversia por la detención de la ciudadana francesa, Florence Cassez.
Al final, y como se ha vuelto costumbre, los temas de fondo son ignorados. En lugar de que el responsable de la seguridad en nuestro país aclare el origen de sus recursos y con eso detenga las especulaciones sobre sus posibles vínculos con el crimen organizado, surge la desinformación, la mentira.
La credibilidad de la “guerra contra el narcotráfico” podría estar en juego. Y a todo esto, ¿qué hace el presidente? Confía en sus muchachos...
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