Una celebridad internacional. Eso es Barack Obama en México. Una encarnación carismática con el encanto multiplicado de Hillary Clinton, cuya cálida presencia recién distrajo a quienes razonablemente temían ser ciudadanos de un país considerado un “Estado fallido” y una amenaza a la seguridad de los Estados Unidos. Obama llega con opiniones favorables.
Primeras planas, horario estelar y análisis extendido. Así se reforzará la idea de una relación binacional mejorada y mutuamente conveniente. Todo esto cuando más allá de la frontera, la imagen favorecida es diametralmente opuesta: la de un país inestable y necesitado de auxilio.
Eventos mediáticos de esta naturaleza son oportunidades extraordinarias para monitorear el comportamiento de la prensa. ¿Se privilegiarán los hechos o los dichos? ¿La atención se centrará en Obama o en las reacciones a su presencia? ¿Felipe Calderón será un simple anfitrión o un mandatario con clase? En las respuestas se dibujarán los valores de los medios.
Obama, aunque cauteloso, resulta irremediablemente mesiánico. Esta cualidad conquistó a los votantes de un país que sufría la resaca moral y económica de haber entronado, ratificado y justificado al peor presidente de su historia. En México, resulta atractiva la aparente proximidad de una figura histórica y su amplio interés en nuestro país.
El evangelio de Obama depende de sus relatores. Puede calificársele como un actor o como un reformador, como un fraude prematuro o como un héroe seguro. Esta percepción será mediada por los comunicadores y periodistas, quienes elegirán los hechos destacados y las frases memorables. Quienes lo convertirán en el tema de la semana.
Un político es conocido a través de la información y los medios en su relación con él. Este caso no es la excepción. Aún más, porque ocupar la presidencia de Estados Unidos implica cierta ambivalencia que no puede ignorarse. Las opiniones, divididas por su contundencia, burbujearán en los micrófonos y en las salas de redacción.
El tema de los esfuerzos conjuntos será destacado. “Nos necesitamos, trabajemos juntos” son ideas que justificarán la interdependencia necesaria para una eventual “integración”. La idea no surge de un pesimismo delirante, sino de la insistencia en este término por parte del presidente mexicano en sus giras por la Unión Americana. “Ustedes son el capital, nosotros el trabajo“ es el mensaje.
Quienes albergan ilusiones sobre Obama, deberán esperar. Quienes lo critican también. Eso sí, las prioridades de los Estados Unidos pueden diferir de aquellas proyectadas por los medios nacionales. Los mexicanos quisiéramos pensar en reformas migratorias o en beneficios comerciales, ¿en qué pensará Obama?
Primeras planas, horario estelar y análisis extendido. Así se reforzará la idea de una relación binacional mejorada y mutuamente conveniente. Todo esto cuando más allá de la frontera, la imagen favorecida es diametralmente opuesta: la de un país inestable y necesitado de auxilio.
Eventos mediáticos de esta naturaleza son oportunidades extraordinarias para monitorear el comportamiento de la prensa. ¿Se privilegiarán los hechos o los dichos? ¿La atención se centrará en Obama o en las reacciones a su presencia? ¿Felipe Calderón será un simple anfitrión o un mandatario con clase? En las respuestas se dibujarán los valores de los medios.
Obama, aunque cauteloso, resulta irremediablemente mesiánico. Esta cualidad conquistó a los votantes de un país que sufría la resaca moral y económica de haber entronado, ratificado y justificado al peor presidente de su historia. En México, resulta atractiva la aparente proximidad de una figura histórica y su amplio interés en nuestro país.
El evangelio de Obama depende de sus relatores. Puede calificársele como un actor o como un reformador, como un fraude prematuro o como un héroe seguro. Esta percepción será mediada por los comunicadores y periodistas, quienes elegirán los hechos destacados y las frases memorables. Quienes lo convertirán en el tema de la semana.
Un político es conocido a través de la información y los medios en su relación con él. Este caso no es la excepción. Aún más, porque ocupar la presidencia de Estados Unidos implica cierta ambivalencia que no puede ignorarse. Las opiniones, divididas por su contundencia, burbujearán en los micrófonos y en las salas de redacción.
El tema de los esfuerzos conjuntos será destacado. “Nos necesitamos, trabajemos juntos” son ideas que justificarán la interdependencia necesaria para una eventual “integración”. La idea no surge de un pesimismo delirante, sino de la insistencia en este término por parte del presidente mexicano en sus giras por la Unión Americana. “Ustedes son el capital, nosotros el trabajo“ es el mensaje.
Quienes albergan ilusiones sobre Obama, deberán esperar. Quienes lo critican también. Eso sí, las prioridades de los Estados Unidos pueden diferir de aquellas proyectadas por los medios nacionales. Los mexicanos quisiéramos pensar en reformas migratorias o en beneficios comerciales, ¿en qué pensará Obama?
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