miércoles, 31 de marzo de 2010

Política farandulera

Millonarias. Así son las cuentas bancarias de los clientes y las ganancias de un negocio que rara vez se completa en su sentido más amplio. Decir que está “de moda” es subestimarlo, atribuir a su influencia la elección cargos públicos es razonable.

La compra de “avales” surgidos del medio del espectáculo por parte de políticos y empresarios está en auge. En tiempos de la voracidad publicitaria, una cara conocida y una sonrisa Colgate son los únicos requisitos para personificar a la confianza.

Los ejemplos sobran. En estos días abundan los comerciales de Itatí Cantoral con el gobernador de Hidalgo. También hemos visto a Lucero promoviendo al gobierno del Estado de México, a Ernesto Laguardia convertido en porrista del mandatario chihuahuense y a un par de actores que, por la magia del contrato, descubrieron su vocación ecológica.

En cualquier diccionario, las acepciones de la palabra “aval” presuponen la existencia de dos entidades: la principal u obligada y la que responde por la primera. El problema surge cuando se fija el precio a un respaldo inexistente.

‘Te presto mi imagen, pero no me hago responsable’. O como diría Raúl Araiza -uno de los actores ecologistas- da igual si es Coca-Cola o Marinela. Tú dame el guión y yo lo digo sonriente, vendo cualquier cosa… pero paga.

Prostitución. ¿De qué otra forma puede clasificarse el giro de agencias como Imagen y Talento Internacional? Esta empresa, se sabe ahora, es el centro de la controversia entre Televisa y su socio Simón Charaf, dueño del infame Bar Bar.

Hace justamente una semana, Charaf fue entrevistado por Carmen Aristegui en MVS Noticias. Ahí denunció que la cobertura de la televisora de Emilio Azcárraga al caso del futbolista Salvador Cabañas pretende arrebatarle el 49 por ciento de una sociedad que administra “el talento” de casi 100 cantantes, actores y conductores.

Las filas de Imagen y Talento Internacional incluyen a figuras de la farándula, las telenovelas y hasta los noticieros. En esta última categoría destacan nombres como Leonardo Kourchenko, Carlos Loret de Mola, Adela Micha y Lolita Ayala. No sorprende que algunos ‘periodistas’ vendan “crema rosita” o “información que cura”.

En el fondo, la pregunta no es por qué Carmen Salinas vende bálsamos tibetanos o por qué los médicos y dentistas de los comerciales tienen voz de locutores. El tema es la credibilidad y la tolerancia al engaño.

Lo vimos en el año 2000 con el apoyo de celebridades como Chespirito y Eric del Castillo a Vicente Fox. En el 2006 con los elogios a Felipe Calderón por parte de Francisco “Kikín” Fonseca, Erika Buenfil y Fernando Sariñana. ¿Y su candidato? Bien, gracias.

El “aval” no funciona como tal porque la regulación publicitaria lo permite y porque la ética del medio del espectáculo no existe o se compra fácilmente. A estas alturas, creer en los avales es un acto de fe que patrocina todo tipo de fraudes.

Así ocurrió con Erick Guerrero Rosas, comentarista del noticiero de Javier Alatorre en Televisión Azteca. El analista aprovechó su proyección para vender su apoyo a una firma de inversión inmobiliaria que después estafó a miles de personas en varias ciudades del país. Seguro duerme como angelito…

El pleito entre Azcárraga y Charaf es entendible. El negocio que se disputan generará importantes dividendos en los próximos años. La política tiende al espectáculo y mientras la farsa sea rentable, las revistas de cualquier sala de espera son el catálogo de sus mejores aliados… o futuras esposas. Si no, pregúntenle a Peña Nieto o a César Nava.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Campañas negras

La efervescencia del año electoral apenas inicia. La semanas por venir, indeseables para unos y apasionantes para otros, serán ricas en datos que permitirán intuir la naturaleza de las estrategias rumbo al 2012, año de la sucesión presidencial.

La buena o mala opinión de los ciudadanos sobre los candidatos y partidos no es una ocurrencia, sino la construcción paulatina de percepciones que surgen de la información difundida por los medios.

Los políticos lo saben. Por eso guiñan el ojo a la prensa aunque la detesten. Aunque el funcionario crea que la vida sin periodistas sería un paraíso, no puede ignorar que los usó para llegar al cargo y que los necesita para mantenerse en él.

Las campañas negras son inevitables. El partido en el poder quiere conservarlo y la oposición aspira a derrocarlo. Esto es válido en todos los niveles. Las características de lo “negro” dependen de la posición de los interesados.

Si gobiernan usarán recursos públicos para mantener su dominio. Si aspiran a gobernar, tratarán de demostrar lo anterior. La legislación vigente no puede evitarlo porque fue diseñada y aprobada por quienes hoy se disputan el poder.

Los primeros llevan las de ganar. Se llaman PRI, PAN o PRD según el territorio. Es un asunto geográfico. El mandamás quiere seguir administrando, sea en Puebla, Guanajuato o el Distrito Federal. El dinero está de su lado.

Si la lucha es por la “alternancia” el juego se llama ‘David contra Goliat’. Es cierto que los débiles no ganan sólo en los cuentos. La historia de la humanidad está llena de ejemplos. La pregunta es: ¿cómo?

Alguien como Vicente Fox respondería que pactando con el fuerte, aunque se le repudie públicamente. Pero si la victoria requiere más que una ilusión, las tácticas se complican (en el entendido de que no hay intenciones de fraude ni derrotismo disfrazado).

La respuesta es Internet y lo veremos en los próximos días. YouTube.com será particularmente relevante. Los partidos políticos atraerán la atención de los medios desde esa plataforma, aunque no están dispuestos a aceptar la autoría de videos acusatorios. Para eso contratarán a empresas productoras que fingirán anonimato.

¡Bonanza para comunicólogos y editores! Sólo tienen que burlarse del contrincante, exhibirlo y cobrar. No falta quien se preste a la dinámica, aunque la ética y la calidad sean discutibles. Pegar y ganar: bienvenidos al negocio de los golpeadores.

Lo decía al inicio. Las campañas rumbo a las elecciones de junio serán un ensayo para lo que está por venir. El premio mayor es la Presidencia de la República y la batalla ha iniciado. De hecho, lleva meses librándose. En política, los “buenos” pierden. Los cínicos, embusteros y colmilludos ganan.

Para eso existen las campañas negras. 2010 es su año… hasta que llegue el 2012. Después de eso, no serán necesarias. Mientras, habrá que tolerarlas o repudiarlas, votar o abstenerse. Lamento admitir que da igual.

En última instancia, lo que sucede en el país no lo deciden los electores, sino quienes desde el poder promueven esta simulación que llamamos “democracia”. Los griegos, padres de la Patria y demás ilustres se retuercen en su tumba...

miércoles, 17 de marzo de 2010

El precio de informarse

La gratuidad de la información en Internet tiene los días contados. En esto coincidieron los representantes de medios de comunicación internacionales que se reunieron del 9 al 11 de marzo en los Emiratos Árabes Unidos.

El periodismo de calidad es costoso y no puede regalarse. Así lo manifestaron directores y editores durante la primera Cumbre de Medios en Abu Dhabi, evento en que participaron personajes como Eric Schmidt, presidente de Google; y Rupert Murdoch, principal accionista de News Corporation.

Murdoch -quien es propietario de los periódicos The Times y The Sun en el Reino Unido, además del Wall Street Journal y el New York Post- defendió la necesidad de cobrar los contenidos de Internet.

Su hijo y presidente de la compañía, James Murdoch, habló también durante la Cumbre. Aseguró que la reproducción no autorizada de contenidos originales es un robo que no puede ser tolerado.

“Debería existir el mismo nivel de santidad que rodea a una propiedad. El contenido no es diferente. (Los consumidores) No son niños traviesos. Deben ser sancionados”, sentenció el empresario.

Una propuesta distinta fue la de AllVoices.com, un sitio de noticias que publica reportes ciudadanos. En esta plataforma cualquiera puede consultar y enviar notas desde una computadora o teléfono celular.

Y aunque su credibilidad como fuente noticiosa sea discutible, el proyecto impulsa con éxito la democratización informativa; un fenómeno percibido como una afrenta desde la lógica empresarial.

La información tiene precio. La pregunta es quién lo paga. El paradigma actual en el negocio de los medios sugiere un balance entre publicidad y suscripciones: el dinero viene de los compradores y patrocinadores.

El problema de la regulación comercial de Internet es la inercia. El usuario -acostumbrado a la navegación ilimitada y sin condiciones- difícilmente aceptará la súbita imposición de tarifas a servicios que eran gratuitos. Pese a esto, la tendencia es restrictiva.

En México, el periódico Reforma ha mantenido durante años la decisión de proteger con contraseña el acceso a su portal de noticias. El tráfico es limitado pero genera recursos. Algunos textos burlan la restricción comercial y se cuelan a los blogs.

En contraste, El Universal optó por el libre acceso. La estrategia les ha ganado una posición privilegiada en el ranking de los sitios más visitados del país. Sin embargo, la saturación publicitaria no es suficiente para financiar el proyecto.

La complejidad del tema es evidente. A falta de fórmulas garantizadas es conveniente evitar los extremos: ni la cacería promovida por individuos como Murdoch, ni un esquema que trivialice –y por lo tanto asfixie- la profesión periodística.

El reportero ciudadano es un cómplice en la tarea de informar. No obstante, la labor central corresponde a la prensa. La credibilidad cuesta porque es un trabajo de tiempo completo.

El espíritu de la era de la información parece contrario al de la rentabilidad. En el sistema económico capitalista domina el acaparamiento, una práctica imposible ante el flujo incesante de datos en la Red.

El debate debe centrarse en la calidad y no en el precio. En la sobreabundancia de “noticias”, la calidad se vuelve necesaria. Esta necesidad permitirá una comercialización amplia que surja del compromiso informativo y no de una imposición que criminaliza al usuario para obtener beneficios.

miércoles, 10 de marzo de 2010

El show del cinismo

El reality show de moda se transmite en el Canal del Congreso. Las actividades propias de la Cámara de Diputados -que por rutina consideraríamos “legislativas”-se afianzaron en los últimos días como un verdadero espectáculo. Un circo indigno de cualquier democracia pero atractivo en la televisión.

El reinado del cinismo, dosificado en sesiones y comparecencias, se transmite en vivo. La señal es elitista: sólo llega por cable o satélite. Los temas de interés nacional no caben en la televisión abierta, el gran público está condenado a dormitar en algún punto entre la publicidad y las trivialidades.

El Canal del Congreso es testigo del desmoronamiento institucional en México, es también un incentivo al ciudadano que habita dentro de cualquier televidente y que puede convertirse en vigilante de quienes presuntamente lo representan. Hay que decirlo, el canal es un fracaso si pretende favorecer la imagen del Poder Legislativo. La decepción es inevitable.

Los legisladores federales son inmunes al efecto Gran Hermano. Normalmente, al sentirse observado es imposible actuar con naturalidad, pues prevalece un temor hacia el ojo escrutador. Sin embargo, este sistema de vigilancia con impecable dirección de cámaras no apena a los observados ni los pone nerviosos.

Los diputados exhiben su desfachatez, incultura y descaro como nunca se lo permitirían en el Canal de las Estrellas. Han de pensar que nadie los ve y quizás tengan razón. Lo último que busca el televidente promedio es sumergirse en las pestilentes aguas de la política nacional.

De algún modo es entendible. La clase política ha buscado sistemáticamente distanciarse de los gobernados. Lo ha logrado y esa zanja es un riesgo. La separación ha creado mundos paralelos: el del ciudadano cuya apatía invita al abuso y el del político que se deleita en el abuso.

La sesión ordinaria del martes pasado sirve de ejemplo. Horas antes de que una piñata de Pinocho ocupara una de las curules, la discusión sobre la Ley de Desarrollo Rural Responsable se desvió a un tema de agenda política: los pactos electorales entre el PRI y el PAN.

Como si un debate simulado entre caras y colores fuera todo lo que el electorado esperaba de la 61 legislatura, transcurrieron las horas entre llamados a enaltecer la política y a no desperdiciar el tiempo de todos los mexicanos. Sorprende la habilidad de los diputados para negar sus exhortos al tiempo que los emiten. Los dichos y hechos se contrarrestan evidenciando la mentira.

La versión estenográfica de la sesión sería un larguísimo “bla, bla, bla” si la intrascendencia se redactara con balbuceos. La agenda política no es la agenda nacional. Todo lo contrario. Los partidos políticos dejaron de pugnar hace mucho por la ciudadanía. Desatender problemáticas reales para debatir controversias electorales es pura negligencia.

El show en que se ha convertido la política en el país tiene como protagonista al cinismo. Ojalá fueran millones los que sintonizan el Canal del Congreso. Para todos ellos quedaría claro que las instituciones están secuestradas, que el desgobierno tiene beneficiarios y que la democracia mexicana es una ilusión. Sólo así, intuyendo las dimensiones del problema, es posible imaginar algunas soluciones…

martes, 2 de marzo de 2010

Desastres

Las señales de Fox News y CNN International eran contundentes. En cualquier momento un tsunami golpearía las islas de Hawaii y nosotros, los televidentes, presenciaríamos en vivo y sin cortes comerciales el poder destructor de la naturaleza.

Los minutos transcurrieron y la información se agotó. Iniciaron las reiteraciones y se multiplicó el relleno. La transmisión se alargó hasta que la tensión desapareció. Al final, el pronóstico falló pero la cobertura significó el nacimiento de un género televisivo: la transmisión anticipada de catástrofes naturales.

Ocurrió el sábado 27 de febrero, horas después del sismo en Chile. Por instantes, se vislumbró la posibilidad de un evento más en la lista de los desastres que han sacudido a la humanidad en los últimos meses.

Desde el punto de vista periodístico, estas tragedias representan oportunidades, retos y riesgos. Oportunidades porque las historias pueden contarse hoy como nunca antes. Retos porque requieren de enfoques diferentes y creativos. Riesgos por la tendencia a convertir la noticia en espectáculo y por la abundancia de fuentes incapacitadas o ignorantes.

Impactar es cada vez más sencillo. Son tiempos de bonanza para el periodismo, sobran cámaras y ciudadanos que registren el momento preciso en que suceden los hechos. Los avances tecnológicos permiten también que la información se complemente, por ejemplo, con imágenes satelitales o sobrevuelos virtuales.

En estas circunstancias, el desafío es la innovación. Los testimonios y las escenas de devastación son prácticamente iguales después de un sismo en cualquier latitud. Importa pues ampliar el contexto, buscar elementos únicos o distintivos y evitar depender de la información gubernamental. La verdad oficial es un dato más y no un desmentido absoluto de otras versiones.

La prensa ve en la desgracia una ocasión extraordinaria para su labor. Un ejercicio informativo digno dista mucho de las dramatizaciones y el alarmismo innecesario, especialmente en un escenario tan delicado. Parece que la intención es otra.

Un riesgo más está en dar voz a declarantes irresponsables. “Es como si el temblor no sólo hubiera removido las placas tectónicas y la superficie sobre ellas sino también las capas de la mente y, como secuela, un incremento exponencial en los casos de contagio del Síndrome de las Declaraciones Locas”, señala el escritor Heriberto Yépez.

Este Síndrome fue identificable en los enunciados de Pat Robertson, ministro cristiano, luego del sismo en Haití donde –según él- impera un “pacto diabólico”. Afecta también a figuras nacionales como el arzobispo de León, José Guadalupe Martín Rábago, quien atribuye los terremotos a las bodas gays. ¡Ahora resulta que la separación de Pangea fue producto de la inmoralidad planetaria!

Los desastres naturales son inevitables. Lo cierto es que sus agravantes podrían controlarse si surgen del sistema económico. Es innegable que el impacto de estos fenómenos se agrava con la pobreza. Desafortunadamente la destrucción del planeta, resultado de la explotación desmedida de los recursos, continuará mientras sea rentable.

Las catástrofes generan escasez, la escasez provoca desesperación, la desesperación culmina en violencia. El papel de los medios es clave en la reconstrucción y también en la concientización de una raza destructiva que –sin cambios urgentes- podría atestiguar su paulatina extinción. Eso sí, en vivo y a todo color.