El reality show de moda se transmite en el Canal del Congreso. Las actividades propias de la Cámara de Diputados -que por rutina consideraríamos “legislativas”-se afianzaron en los últimos días como un verdadero espectáculo. Un circo indigno de cualquier democracia pero atractivo en la televisión.
El reinado del cinismo, dosificado en sesiones y comparecencias, se transmite en vivo. La señal es elitista: sólo llega por cable o satélite. Los temas de interés nacional no caben en la televisión abierta, el gran público está condenado a dormitar en algún punto entre la publicidad y las trivialidades.
El Canal del Congreso es testigo del desmoronamiento institucional en México, es también un incentivo al ciudadano que habita dentro de cualquier televidente y que puede convertirse en vigilante de quienes presuntamente lo representan. Hay que decirlo, el canal es un fracaso si pretende favorecer la imagen del Poder Legislativo. La decepción es inevitable.
Los legisladores federales son inmunes al efecto Gran Hermano. Normalmente, al sentirse observado es imposible actuar con naturalidad, pues prevalece un temor hacia el ojo escrutador. Sin embargo, este sistema de vigilancia con impecable dirección de cámaras no apena a los observados ni los pone nerviosos.
Los diputados exhiben su desfachatez, incultura y descaro como nunca se lo permitirían en el Canal de las Estrellas. Han de pensar que nadie los ve y quizás tengan razón. Lo último que busca el televidente promedio es sumergirse en las pestilentes aguas de la política nacional.
De algún modo es entendible. La clase política ha buscado sistemáticamente distanciarse de los gobernados. Lo ha logrado y esa zanja es un riesgo. La separación ha creado mundos paralelos: el del ciudadano cuya apatía invita al abuso y el del político que se deleita en el abuso.
La sesión ordinaria del martes pasado sirve de ejemplo. Horas antes de que una piñata de Pinocho ocupara una de las curules, la discusión sobre la Ley de Desarrollo Rural Responsable se desvió a un tema de agenda política: los pactos electorales entre el PRI y el PAN.
Como si un debate simulado entre caras y colores fuera todo lo que el electorado esperaba de la 61 legislatura, transcurrieron las horas entre llamados a enaltecer la política y a no desperdiciar el tiempo de todos los mexicanos. Sorprende la habilidad de los diputados para negar sus exhortos al tiempo que los emiten. Los dichos y hechos se contrarrestan evidenciando la mentira.
La versión estenográfica de la sesión sería un larguísimo “bla, bla, bla” si la intrascendencia se redactara con balbuceos. La agenda política no es la agenda nacional. Todo lo contrario. Los partidos políticos dejaron de pugnar hace mucho por la ciudadanía. Desatender problemáticas reales para debatir controversias electorales es pura negligencia.
El show en que se ha convertido la política en el país tiene como protagonista al cinismo. Ojalá fueran millones los que sintonizan el Canal del Congreso. Para todos ellos quedaría claro que las instituciones están secuestradas, que el desgobierno tiene beneficiarios y que la democracia mexicana es una ilusión. Sólo así, intuyendo las dimensiones del problema, es posible imaginar algunas soluciones…
El reinado del cinismo, dosificado en sesiones y comparecencias, se transmite en vivo. La señal es elitista: sólo llega por cable o satélite. Los temas de interés nacional no caben en la televisión abierta, el gran público está condenado a dormitar en algún punto entre la publicidad y las trivialidades.
El Canal del Congreso es testigo del desmoronamiento institucional en México, es también un incentivo al ciudadano que habita dentro de cualquier televidente y que puede convertirse en vigilante de quienes presuntamente lo representan. Hay que decirlo, el canal es un fracaso si pretende favorecer la imagen del Poder Legislativo. La decepción es inevitable.
Los legisladores federales son inmunes al efecto Gran Hermano. Normalmente, al sentirse observado es imposible actuar con naturalidad, pues prevalece un temor hacia el ojo escrutador. Sin embargo, este sistema de vigilancia con impecable dirección de cámaras no apena a los observados ni los pone nerviosos.
Los diputados exhiben su desfachatez, incultura y descaro como nunca se lo permitirían en el Canal de las Estrellas. Han de pensar que nadie los ve y quizás tengan razón. Lo último que busca el televidente promedio es sumergirse en las pestilentes aguas de la política nacional.
De algún modo es entendible. La clase política ha buscado sistemáticamente distanciarse de los gobernados. Lo ha logrado y esa zanja es un riesgo. La separación ha creado mundos paralelos: el del ciudadano cuya apatía invita al abuso y el del político que se deleita en el abuso.
La sesión ordinaria del martes pasado sirve de ejemplo. Horas antes de que una piñata de Pinocho ocupara una de las curules, la discusión sobre la Ley de Desarrollo Rural Responsable se desvió a un tema de agenda política: los pactos electorales entre el PRI y el PAN.
Como si un debate simulado entre caras y colores fuera todo lo que el electorado esperaba de la 61 legislatura, transcurrieron las horas entre llamados a enaltecer la política y a no desperdiciar el tiempo de todos los mexicanos. Sorprende la habilidad de los diputados para negar sus exhortos al tiempo que los emiten. Los dichos y hechos se contrarrestan evidenciando la mentira.
La versión estenográfica de la sesión sería un larguísimo “bla, bla, bla” si la intrascendencia se redactara con balbuceos. La agenda política no es la agenda nacional. Todo lo contrario. Los partidos políticos dejaron de pugnar hace mucho por la ciudadanía. Desatender problemáticas reales para debatir controversias electorales es pura negligencia.
El show en que se ha convertido la política en el país tiene como protagonista al cinismo. Ojalá fueran millones los que sintonizan el Canal del Congreso. Para todos ellos quedaría claro que las instituciones están secuestradas, que el desgobierno tiene beneficiarios y que la democracia mexicana es una ilusión. Sólo así, intuyendo las dimensiones del problema, es posible imaginar algunas soluciones…
No hay comentarios:
Publicar un comentario