La liberación de Diego Fernández de Cevallos es el desenlace de un secuestro pero no el final del caso. Tras ignorar siete meses el tema, Televisa consiguió la exclusiva: Joaquín López-Dóriga salió la mañana del lunes a informar que el ex candidato presidencial estaba “débil pero fuerte”. La noticia se confirmó horas después, algo que no ocurrió en primicias anteriores, como la de El Universal, el sábado 27 de noviembre.
Según se ha publicado, fue el propio Diego quien encabezó la negociación con sus captores. El monto del rescate habría alcanzado los 30 millones de dólares, un monto superior a los 360 millones de pesos. Además de haber pactado su libertad, Diego también se encargó de los medios. Como si un grupo de expertos en comunicación de crisis lo hubiera asesorado, trazó una ruta perfecta para manipular a la prensa según sus intereses.
Primero dio imagen: se paseó en su Mercedes y saludó a las cámaras. Luego dio su primer mensaje y prometió una nota informativa. Por la noche ofreció entrevistas y al día siguiente inició las diligencias para apagar el asunto: “Salgo para saludarlos y para pedirles amigablemente que ya se vayan. ¿Se puede o no?”. En menos de 48 horas, la lucidez de la víctima de un delito que se prolongó por más de 7 meses alcanzó para diseñar una estrategia mediática exitosa.
En sus declaraciones públicas, el ex senador panista ha repetido sistemáticamente tres mensajes clave: 1) Está agradecido (su lista incluye a figuras religiosas, a la sociedad y a los periodistas). 2) No discutirá el pasado (dejó claro que no dará detalles del secuestro pues decidió “vivir para adelante”). 3) Considera innecesaria la continuación de la cobertura informativa (asegura que su secuestro es “uno más” y que los medios deberían enfocar su atención en otros temas).
El caso de Diego Fernández de Cevallos no es “uno más”, es el secuestro de todo un país. Es una prueba contundente de la vulnerabilidad de la población ante los criminales. Si uno de los hombres más poderosos e influyentes del país fue víctima, el ciudadano promedio vive en total indefensión. No es “uno más” porque logró paralizar las investigaciones, ¿desde cuándo la PGR renuncia a sus obligaciones por la petición de una familia?
Tampoco es “uno más” por la naturaleza ideológica del grupo que lo capturó. En su último comunicado, los “Misteriosos Desaparecedores” critican a la clase política y defienden la violencia como un recurso ineludible: “La violencia es constructiva cuando es rebeldía frente a la amenaza de muerte, cuando enfrenta a la muerte personificada por quienes nos someten a la miseria”. ¿Por qué olvidar que su causa fue recientemente financiada con números dignos de un final de Teletón?
Diego no puede hablar: está libre pero amarrado, y por eso se sacude a los medios. Aunque haya salido vivo, en el sentido más amplio no se trata de un final feliz. Hay demasiado en juego y muchas interrogantes en el aire. Las respuestas deberían venir de la autoridad, aunque todo parece indicar que nuevamente se apostará al olvido.
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