Televisa se siente la mamá de todos los medios. Luego de su ofensiva contra el periódico Metro de Grupo Reforma por la publicación de contenidos eróticos y anuncios clasificados de servicios sexuales, la televisora inició otra guerra en horario estelar. Ahora el bombardeo es contra el semanario Proceso, revista que ha mantenido una postura crítica sobre la empresa de Emilio Azcárraga y el gobierno de Felipe Calderón.
Perro no come perro. La crítica de medios es posible y necesaria desde la prensa, pero siempre en forma de artículos, columnas o notas. Cualquier reportero o colaborador debería tener la libertad de evidenciar o juzgar como parte de su labor informativa o ejercicio de opinión. Lo cuestionable es que un medio adopte como postura editorial la destrucción de otro. Este acto es especialmente sucio y sospechoso cuando no se trata de la competencia directa.
Como si fuera la nota más importante del país, Televisa abrió su noticiero nocturno con las declaraciones exclusivas del narcotraficante Sergio Villareal, "El Grande", quien acusa al periodista Ricardo Ravelo de recibir sobornos de organizaciones criminales para modificar sus prioridades reporteriles. Lo sorprendente del caso es que un hombre que se presume sanguinario y despiadado, termine victimizándose por las portadas de una revista. ¡Como si el narco negociara en lugar de matar!
La televisora usó el testimonio como trampolín para impulsar un supuesto debate periodístico sobre la pertinencia de publicar versiones de testigos protegidos. Algo que Proceso ha venido haciendo desde tiempo atrás y que les permitió consignar, por ejemplo, que el presidente de la República habría tenido un encuentro con "El Grande".
El semanario dirigido por Rafael Rodríguez Castañeda, respondió a las acusaciones difundidas por Televisa. Para Proceso se trata de una ofensiva del gobierno federal a través de su brazo predilecto. En la portada del domingo pasado, aparecen Joaquín López-Dóriga y el presidente Calderón: "A sus órdenes, señor", dice el texto.
La crítica de Proceso es incómoda y el oficialismo de Televisa es natural. La televisora siempre defenderá las condiciones que le permitan continuar con su bonanza económica. Ningún medio que viva del gobierno siente la necesidad de atacarlo, a menos que éste amenace su existencia, como ocurrió en Argentina con la controversia entre la presidenta Kirchner y el Grupo Clarín.
Cualquier documento es una fuente periodística. Eso lo dice cualquier manual. Si Proceso tiene acceso a algún informe relevante o controversial, tiene el derecho de publicarlo. Tanto como la empresa de Azcárraga puede validar las extrañas declaraciones de un narcotraficante sobre un reportero. Lo que no se vale es la guerra, las ganas de destruir.
Hundir a un proyecto como Proceso es atentar contra la diversidad informativa en el país. Afortunadamente, no es una revista que se venda gracias a los comerciales en televisión, ni dejará de venderse por una campaña en su contra. La última palabra la tienen sus lectores que no son pocos, ni son tontos. Confío en que Proceso siga haciendo lo suyo, y que sus detractores descubran que nada de lo que hagan podrá impedirlo.
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