Cuando surgió Internet quizá nadie imaginaba que terminaría abarcando y superando a los demás medios de comunicación. Leer noticias, ver programas de televisión y escuchar la radio son algunas virtudes de este conjunto descentralizado de redes que ahora concentra las funciones de otras tecnologías cuya utilidad y vigencia están cuestionadas ante el crecimiento exponencial de la Web.
Quienes tenemos más de 20 años sabemos lo que era la vida sin Internet. Habrá que decirlo en voz baja para no provocar el pánico de quienes, en su adolescencia o infancia, no imaginan una existencia tan rústica. Los demás -jóvenes, adultos o ancianos- tuvimos que abordar un tren que a su paso amenazaba con la obsolescencia.
Fuimos testigos de su nacimiento y desarrollo, desde sus inicios -accesibles para pocos- hasta su total expansión; sin olvidar la época en que los discos de “instalación” se regalaban a la menor provocación o salían en las cajas de cereal. Eran tiempos del texto y del diseño simple, los portales conocidos eran pocos y tardaban minutos en descargarse. Con la línea telefónica ocupada, la brevedad era la regla.
Hoy la realidad es diferente. El ancho de banda, entendido como la cantidad de datos que puede transmitir la conexión en un periodo de tiempo dado, permite descargar películas enteras. Los códigos de programación se disfrazaron de herramientas de fácil manejo. Inició la “Web 2.0”: una nueva era en la historia de Internet.
El término atribuído a Tim O’Reilly, graduado de Harvard y creador del primer portal de America Online, implica el intercambio ágil de datos y el aumento en la interactividad de los usuarios. Así surgieron las redes sociales, los blogs y los proyectos de construcción colectiva del conocimiento como la Wikipedia.
Lejos de simplemente consumir los contenidos, los usuarios tienen el poder de crearlos, comentarlos y modificarlos. El modelo de comunicación unidireccional que apela a la pasividad de la audiencia se transformó en la coautoría irreversiblemente democrática del medio de medios.
La implicaciones son enormes. Por eso Michael Wesch, antropólogo de la Universidad de Kansas, sostiene que deberán repensarse conceptos como la identidad, el comercio, los derechos de autor y la privacidad.
Los medios de comunicación convencionales también cambiarán. La ciudadanización es inminente. La televisión lo sabe y abrió espacios para exhibir los videos y las fotografías de su audiencia. La radio conservará y ampliará su auditorio a través de la Web. Los periódicos -presuntamente en la antesala de la extinción- mantendrán su influencia si vinculan la edición impresa con su portal de Internet y si privilegian el análisis sobre las notas.
Se habla ya de la Web 3.0, de la inteligencia artificial. Lo cierto es que Internet es desde su origen un experimento colectivo. Nada está escrito y lo que viene, sin duda, es inimaginable…
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