Una frase célebre del priísmo, atribuida al ex gobernador mexiquense Carlos Hank González, sostenía que “un político pobre es un pobre político”. Hoy en día, la nueva moneda de cambio es el rating, así lo sugieren las páginas del libro “Si yo fuera presidente” del periodista Jenaro Villamil. La confusión entre el nivel de audiencia televisiva y el grado de eficacia política es la esencia del texto editado por Grijalbo que tiene como personaje central a Enrique Peña Nieto.
El mandatario de la sonrisa y el copete perfecto, carta fuerte del PRI para las elecciones del 2012, es escudriñado por el reportero de la revista Proceso. Villamil describe el inicio desangelado de su carrera política, su papel en la administración del infame Arturo Montiel y la historia de su camarilla: el “Grupo Atlacomulco”, cuyo máximo exponente fue Hank González.
El autor afirma que Peña Nieto es protagonista de un reality show que -según la primera factura- ha costado más de 740 millones de pesos. La “Estrategia Integral de Comunicación” abarcaría recomendaciones, redacción de discursos, manejo de crisis, diseño de mensajes y preparación para los medios; además de la inversión en televisión.
Este punto desató la polémica. El periodista señala que el gobierno del Estado de México contrató los servicios de Televisa a través de empresas intermediarias como “TV Promo” y “Radar Servicios Especializados”, a fin de maquillar los gastos reales. Las tácticas de mercadotecnia política incluirían el infobranding, es decir, propaganda disfrazada de información.
Eso explicaría la presencia constante del gobernador mexiquense en la pantalla. Los monitoreos son contundentes, por ejemplo, los resultados de la medición promovida por el Senado de la República durante la discusión de la reforma electoral. En cuestión de 15 días, Enrique Peña Nieto había aparecido 700 veces en la televisión, seguido de Marcelo Ebrard con 449 menciones. El tercer lugar lo ocupaba Manlio Fabio Beltrones con menos de 30. ¿Por qué la diferencia?
En una inusual reacción a la crítica, Televisa publicó un desplegado hace unas semanas contra Jenaro Villamil y Carmen Aristegui, quien comentó el libro en su programa de radio. La empresa llamó mentirosos a los informadores. Argumentó que el Estado de México es la entidad federativa con mayor población y que los contenidos se planifican en proporción a la audiencia interesada.
Así pues, con lo que podría ser la creación de un nuevo factor de interés periodístico -de tipo demográfico- la televisora defendió la cobertura al mandatario mexiquense. Habrá que exhortar entonces a Veracruz, Guanajuato y Nuevo León a que reclamen su derecho de pantalla e ignorar a Baja California Sur y a Colima por falta de quórum.
Si Villamil es un “periodista de consigna” y un difamador, como acusa la televisora, es tiempo de abrir los contratos. Si el Estado de México está interesado en la transparencia y la rendición de cuentas es momento de probar que la popularidad del “viudo de oro” no se fabricó al margen de la ley.
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