Si consideramos que siete de cada diez mexicanos en edad de votar no asistirán a las urnas -como estima el Tribunal Electoral- y sumamos a esto la posibilidad de que los votos nulos superen porcentualmente a los “partidos pequeños”, descubriremos que el 5 de julio de 2009 es un día tristemente célebre en la historia de la democracia mexicana.
El ganador definitivo será el abstencionismo, un fenómeno que se agrava en las elecciones intermedias y que está relacionado con factores sociales y geográficos. Esta comprobado, por ejemplo, que la falta de participación política está focalizada en los estados del centro de la República; a diferencia del Bajío, una zona donde las mediciones arrojan una mayor satisfacción ciudadana con el sistema partidista y las expectativas éste que genera.
Otra variable es el nivel socioeconómico. Se ha detectado que a mayor necesidad, mayor participación. Esto explica que las élites prefieran distanciarse de los procesos electorales y justifica la naturaleza de las propuestas, los mensajes y el tono de las campañas.
La confianza en las instituciones es otro factor que incide en el abstencionismo. En este rubro, y con justa razón, México está reprobado bajo todos los estándares internacionales. Los índices de gobernabilidad publicados esta semana por el Banco Mundial nos empatan con países como El Congo o Bosnia y Herzegovina, con la peor calificación en 12 años en materia de inestabilidad política y violencia.
Esta realidad que exige disculpas, enmiendas, compromisos y soluciones, sigue sin afectar a los partidos políticos, instituciones que continúan sin mirarse al espejo. El “movimiento anulacionista“, promovido por intelectuales y comunicadores de primer nivel, podría haber terminado en anécdota. Sin embargo, la soberbia partidista y su renuencia a confesar culpas lo ha empoderado de tal forma que, en las elecciones del 2012, podría convertirse en la cuarta fuerza política del país.
Aún con las interrogantes provocadas por el voto nulo, quizá se trate temporalmente de la mejor opción. Los promotores de elegir “a quien sea, mientras sea alguien” suelen ser quienes viven de las elecciones. Sin los recursos y la vistosidad de los partidos, los anulacionistas han marcado estas elecciones con el malestar y el desencanto que -como afirma la politóloga Denise Dresser- no deberían subestimarse.
viernes, 3 de julio de 2009
¿Quién gana?
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