El crimen organizado impone y mata políticos. El asesinato de Rodolfo Torre, aspirante a la gubernatura de Tamaulipas, confirma que la democracia mexicana está en su peor momento. Los temores de la inminente “colombianización” se confirman pese al discurso triunfalista del gobierno federal y al esfuerzo de los estados por ocultar o minimizar sus errores.
Hasta el lunes, el imperio del narcotráfico en Tamaulipas era desconocido en gran parte del país. Lo sufrían sus habitantes y lo sabían los periodistas, pero el miedo y las amenazas impedían que la situación se publicara en los medios nacionales. La muerte de quien -según las encuestas- sería el próximo gobernador permite evidenciar la alarmante inseguridad y el deterioro institucional en la entidad.
Si algo preocupa más que la ejecución de Rodolfo Torre es la selección de su reemplazo. No sólo porque heredará y seguramente ampliará la intención de voto, sino porque requiere la aprobación de quienes ejecutaron a su antecesor. De otro modo, sería un cadáver más. Queda claro que el narcotráfico está dispuesto a todo para defender sus intereses…
Por esto, las elecciones del próximo domingo son un foco rojo en la historia del país. A la crisis del sistema de partidos se suma la inutilidad del Estado para cumplir sus obligaciones primarias. Desde el punto de vista teórico, un gobierno incapaz de garantizar la seguridad de sus ciudadanos atenta contra la razón central de su existencia.
“Los votos son más poderosos que las balas”, dice el secretario de Gobernación, aunque trabaje de tiempo completo para defender una “guerra” que ha militarizado regiones enteras. Ahora resulta que la obligación de los electores es desbordar las urnas, como si la ratificación democrática de un candidato impuesto, respaldado o tolerado por los poderes fácticos fuera un hecho patriótico.
Las elecciones de este año son un ensayo para el 2012. Aunque sacáramos a la violencia de la ecuación, el panorama es preocupante. Las tendencias permiten intuir que en varios estados (incluyendo a Puebla) los comicios terminarán en acusaciones de fraude e impugnaciones. Se inaugura la judicialización democrática en México: los ganadores serán determinados por los tribunales, aunque en esencia el Poder Judicial sea todo menos democrático.
¿Cuánto vale un voto cuando los competidores no están dispuestos a respetarlo? ¿De qué sirve un voto cuando la decisión final corresponde a una instancia judicial? ¿A quién representan los candidatos cuando llegan al poder? ¿Por qué legitimar con votos a un sistema que define sus liderazgos al margen del electorado?
La violencia, la corrupción, el desdén por la representatividad y la consolidación del autoritarismo son los principales enemigos de la democracia en México. El asesinato de Rodolfo Torre es una oportunidad histórica para hacer preguntas incómodas, para replantearnos la necesidad de una simulación que se alimenta de nuestra creencia en ella.
Envidio la ingenuidad de quienes votarán y contarán los sufragios con plena confianza en el proceso. Aunque el cumplimiento de sus obligaciones los deje satisfechos, a estas alturas deberían saber que el destino del país no se escribe con votos, sino con caprichos, imposiciones y balazos.
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